Ir al contenido principal

Entradas

Another one that bleeds like you.

Your soul is in the cold hands of a dirty rat; "I'm your murder, I came here for taking away all of your sadness. Give me the light that consumes you, I'll cover your bleeding scars in shadows". Treat me right,  quarter me. My flesh, my brain, my bones... they're all empty.  So you are, bloody murder. "El estado inherente a una persona enamorada no puede ser otro que la tristeza".

When Death sleeps, it dreams of you.

«Ya no me encuentro. Solo quiero que el dolor se vaya. Ya no voy a encontrarme. O que me invada». Mis pulmones están llenos de alquitrán, y tú me sigues diciendo que respire. Quiero hasta reírme. No soy yo. Se me eriza la piel con esta canción. Ojalá aún fueras capaz de hacer tú lo mismo. No... Ya no me encuentro. No puedo encontrarme.

Misery.

No sé qué escribir... Las musas se han tomado la licencia de ignorarme. Y a mí, como siempre, me quedan mis dos infinitas opciones. Renovarse o morir, dicen. En mi caso, llevo dos horas haciendo apología al más puro hedonismo -interpretad esto como más os convenga, cualquier extrapolación puede llegar a ser tremendamente precisa-, y me siento vacía. Seguís sin saber mis dos posibles vías de escape, ¿no? Dejadme que os aburra un poquito más con mi insignificante existencia. Creo que ya no conozco a nadie; o al menos, ya no tan bien como antes. Se me escapan detalles que con la ausencia previa de Lucifer en mi sangre, solían resultarme evidentes. ¿Os habéis fijado en que nunca he publicado un texto optimista? Es curioso. Ira o locura. Irme o permanecer. Suicidio o lanzar mi último naipe sin nada que me asegure la victoria.

Destruction.

Aquel aliento de humo parecía la mismísima muerte obligándote a hacerle un jodido deepthroat. Iba acrecentando el nihilismo ya inherente a mi usada y malgastada razón. Supongo que es normal, transmutar una sensación con un valor. ¡Dios ha muerto! Ha pagado un alto precio por su -ojalá- honesta intervención de arrogancia. Pues, queridos, ni siquiera él tiene el poder de arrancar las esencias de la dulce y plácida inexistencia que reina en la nada.

Científicamente hablando.

Creo que nunca me había expresado más poéticamente que sonriendo de dolor. O llorando por la propia poesía. Los sentimientos positivos no fomentan la producción de acetilcolina. La felicidad no atrae a las musas; dicho de forma más abstracta. De hecho, el masoquismo, el propio desencanto con el mundo circundante en todas sus facetas es lo que más magnetismo crea entre tu sinapsis y tus deidades. La inspiración es una hormona.

Drown.

Siempre había sido sombría, un contraluz interesante. Pero ahora era algo más. Oscura. Tenebrosa. Afilada. Un trauma es una herida abierta que se subestima. Una aceptada cicatriz que no existe. No duele, solo paraliza; secreta su propia ponzoña. Directa a la sangre. Más sigilosa que la muestra más pura de arsénico. Más inherente a la raza humana que el propio odio.

Empty.

Quiero que me abras todas las venas, y que vayas, lentamente, vaciándome. Líbrame de la oscuridad a la que me has condenado. Quiero que me arranques el alma, déjame sola. Líbrame de la oscuridad a la que me he encadenado. Quiero desaparecer. Huir, sácame de aquí. Líbrame de todo lo que me has dado. Gota a gota.

Bermellón.

Había sido una actuación sublime; tanto que los aplausos y los vítores me perseguían mientras caminaba a un paso lento en dirección a casa. Hacía frío. Bastante. Pero no era un frío húmedo y tedioso, era un frío agradable. Desafortunadamente, aquella tonificante sensación me fue prematuramente arrebatada por el mundano calor de mi morada. Lo cotidiano suscitaba un odio tan intenso en mí… Me quité la ropa y me dirigí al baño; allí estaba mi última obra. Al encender la luz, me quedé sorprendido por la bella y primitiva combinación de colores y, sin más, continué descuartizando aquel cuerpo.

Catalepsia.

El brillo que desprendían aquellas cuchillas era de lo más insólito. Tentadoras, como el cántico de una sirena. Morbosas, como la satírica mente de Oscar Wilde. Y yo, heme aquí, susceptible y presa fácil para las inquietudes de mi conciencia. La gravedad de mi propio masoquismo agarró, con dos temblorosos dedos, una de aquellas finas hojas de muerte. Fría, como mi alma, si es que acaso poseía una. La autocompasión también estaba incluida en mi amplio espectro emocional. Una gota de sangre cayó en el aséptico suelo del baño; el contraste era sublime. El oxidado sonido de la tostadora me sacó de golpe de mis caóticas ensoñaciones y, sin más, continué preparando el desayuno.

Emptiness.

Rabia. Nunca había escrito con rabia. Francamente, creo que yo misma me había aclimatado a dejarme inspirar solo por el desencanto -y sus consecuentes derivaciones emocionales-. Pero la rabia es algo nuevo. Lo cierto es que es una sensación sobrecogedora. Siento la mirada de Descartes fija en mi espalda por apologizar a Psique; me importa un comino. No sé ni por qué sigo escribiendo. Bueno, quizá sí... Estoy tecleando para manifestar mi más intenso odio a todo lo que me rodea. Lo cotidiano solo suscita una enorme bola de negatividad con la que tengo que lidiar cada noche. Y cada noche es más grande. Ahora la rabia se ha transformado en ira. Genial, estoy pecando. Lástima que Dios sea persona non grata en mi hipotálamo. La ira y la rabia son subversivas. Sacan lo mejor de mí; se llevan mi debilidad. Quieren ser ventiscas y ya son huracanes . Y, definitivamente, no sé qué siento. Me he perdido a m...

Same old thing.

Buenos días, ¿sabéis qué? Todo sigue siendo un enorme montón de mierda. Cada vez creo más perfiles y cada vez hay más gente a mi alrededor que se emplea a fondo para traspasar mis muros y romper mis esquemas. La libertad se quedó con la ignorancia, sumida en el más oscuro de los fosos mientras la propia imposición de unos valores ajenos a mí me corroe como ácido a algodón. Necesito más de lo que tengo, quiero más de lo que necesito. No voy a mentiros, por una vez seré sincera. Sigo tocada y hundida; sigo encajada en las condiciones de ayer. Sacadme de aquí.

Everything is lost.

Ha dejado de tener sentido. Ya no hay motivos para despertar; no me importa qué hora es, ni en qué día vivo. Ni siquiera me he parado a pensar en lo poco que falta para la avalancha de cambios. Tan solo disfruto de la calma antes de la tormenta. Y duermo, duermo mucho; entendedme, no quiero pensar. Mi almohada está empapada a tiempo completo porque me despierto más vacía de lo que me acuesto; Morfeo ignora mis plegarias. Ya no creo en nada en lo que solía creer. Perdí mi norte mientras las nubes nacían. Y perdí mi sur cuando el cielo empezó a llorar. Ahora espero a los rayos; con un poco de suerte, quizá, y solo quizá, me ayuden a perder mi propia mente.

.

Creo que, definitivamente, he perdido la catártica capacidad de abstraerme sobre un folio en blanco. Me he dejado dominar por mi propia subjetividad, mostrando partes de mi propio psique que solo quería ocultar. Y ni siquiera tuve la oportunidad de oponer un mínimo de resistencia. ¡Qué grandes me van esos pantalones! En especial cuando es la debilidad, y no la fortaleza, la que determina hasta el último detalle de mi ser. Hay nubes de tormenta aparcadas sobre mis ojos a tiempo completo... Intentaré que la tinta no se corra. En realidad no paro de reírme. No tenéis ni idea de lo estúpido -y a la vez inteligente-, que es llenar folios y folios de decadencia cohesionada para expresar siempre el ruidoso y fatídico desengaño que me rodea. Pero, tranquilos, no tratéis de recomponerme: no estoy rota. Tan solo erosionada por la puta mierda de existencia que un despiadado destino o Dios ha escrito para mí. Quizá re...

Anywhere.

El silencio se rompe y los aplausos inundan la sala; no caigas en la trampa, no suenan por ti. No te soportan. Sus manos chocan, orgullosas, por tus interminables y erráticos fallos. ¡Como si me importara! Pero siguen siendo sus carcajadas las que navegan en el aire, y tus lágrimas las que se hunden en él. Las butacas se vacían y las luces son devoradas por la oscuridad, como si fueran las notas finales de un nocturno de Chopin, sumergidas en un dacapo interminable. "No vale la pena", te dices. "Baja de tu maldito pedestal". Y me voy del escenario saliendo a la fría e incesante lluvia. Ella por lo menos emite una melodía armónica. Los violines me persiguen, guiándome a ninguna parte, mientras los contrabajos marcan el ritmo de mis pasos, inexorablemente. Espero un disparo, una palabra, mientras camino sin rumbo en busca de un final infeliz.