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Mostrando entradas de octubre, 2016

Another one that screams like you

Otra vez. Recaída. No os asustéis; pues es el mismo ciclo de siempre. Esa botella me está invocando. No tiene buena pinta. Delirium tremens, lo llaman. Quizá es delirio lo que consume aquello que las llamas protegen. No sé. Todo es posible. El otro día descubrí que las dimensiones se disuelven unas con otras. Que colisionan. Como el esperado ocaso de Andrómeda y Vía Láctea. Sinapsis. La etimología no escatima en raíces aunque las mías no llegan muy profundo. Mis hojas se caen, se dejan secuestrar por el ladrón viento. Y amanecen en prados lejanos a su seno, mientras otra deciden seguir meciéndose en brisas verpertinas. Del esperado paso de la luz al vacío.

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No me gusta hablar por hablar. No me gusta decir cosas que nadie necesita oír. Cuando tenía 6 años, Tolkien y Jackson me enseñaron que los ents solo dicen las cosas en su propio idioma y que además, tienden a escatimar en palabras. Más adelante, me sumergí en un paroxismo literario del que aún hoy no he salido e hice un voto de silencio parcial que mi madre se empeñó en romper desde el principio y que yo solo rompía para leer en alto. A los 8 años heredé un walkman y un cassette de los Beastie Boys y para cuando cumplí 9 cantaba todas las canciones de la cara A al derecho y al revés. Luego descubrí la cara B y tuve una epifanía con la dualidad individualista. Recuerdo que no reaccioné bien cuando me cambiaron los cassetes y lo que quedaba del bic azul -para rebobinar las cintas- por discos y un walkman que ni era walkman ni era nada. Así que empecé a hacer amigos. Algunos siguen hoy merodeando por mi medio, pero la mayoría decían que hablaba demasiado .