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Mostrando entradas de enero, 2020

Aura azul.

La luz que entra por debajo de la puerta es terminal. Tú no estás, aunque eso no sea nada raro. No siento los pies. Estoy sudando y tengo frío a la vez. Extiendo el brazo para encender la luz. Extiendo el brazo para encender la luz. Mierda.  Otra vez. Cálida bienvenida al mundo de las estatuas durmientes. En mi menor. Cuento los segundos que faltan para que llegue el pánico. Bienvenido.  Por supuesto que hay una mano reptando hacia mi rodilla. Aunque no la vea.  Puedo sentir el aliento de "eso" en mi nuca.  "Eso" tiene una anatomía extraña. Fluida. Puede estar en todas partes y en ninguna a la vez. Vamos. No seas trenca. Mueve los dedos de los pies. Mueve los dedos de los pies. Joder. Los de las manos, mueve los dedos de las manos. Dios, para no poder sentir el cuerpo, juraría que algo me está tocando la espalda. Concéntrate.  Meñique. Mano. Derecha. Qué maravillosa me hacen estas mierdas. Como haya un monstruo de verdad en tu lado de la cama, de esta se me lleva co

Rosas.

Era un domingo más, de esos que te enfrían las puntas de los dedos de los pies de manera irremediable y te secuestran, a punta de estalactita, en la cama.  Y aunque no es muy difícil mantenerme a mí entre mantas, ese día, la oferta no era tan suculenta como de costumbre. Así que salí.  Y la calle que me encontré no era la calle de siempre, los colores eran más vivos y pareció que el frío se había quedado en tu lado -vacío- de la cama.  Recorrí el camino que hago siempre de jueves a domingo, ya sea de ida o de vuelta, hasta el mismísimo agujero negro que me pega los pies al suelo a cambio de volarme los sesos. Menos mal que tengo muchos. Cuando quise darme cuenta y por primera vez en la existencia, estaba bebiendo ron y la canción no me sonaba, llegó quien debía llegar y tú bailabas conmigo. Miré el reloj sin querer. Las siete de la tarde me hicieron darme cuenta de que estaba soñando; cuando piensas demasiado en algo, te contamina el tiempo onírico y yo creo que también la cabeza. Segu