Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2020

Uve.

Cuatro meses  es lo que tarda mi respeto en escaparse de entre tus dedos. ¿Poder? Nunca lo has tenido. ¿Paz? Otra cosa que sigues buscando. Te diluyes más rápido que pronto en la misma esquina de la calle que separa mi espalda de tu –ya muerta– risa. Como Baudelaire y Borges dos bordes igual de afilados dando respuestas bajo el mismo sol nublado. Regocíjate entre espinas y hollín, siempre será más mullida una cama caliente, la ocupe quien la ocupe que la remota opción de aceptar a tu yo, a tu ente, vacío y ruin. ¡Agua para el sediento y compañía para el muerto! Malditos los límites de tu alma, la misma que cortante rechaza  al cuerpo que amenazas. Que se alivien tus huesos, justo por debajo de la gruesa capa de piel de la que haces gala, no volveré a mirar hacia el abismo yermo que nunca se digna a dar cobijo al enfermo.

Epitafio.

¿Será esto morirse?  ¿Una mirada nublada constante, un encapsulamiento de los ojos? ¿Lágrimas que flotan sin llegar a caerse? Quiero pensar  que el aliento se acaba, cansado, de no conseguir lo que ansiaba, de esperar por quien no se deja amar. Desauciados los lamentos que cordiales te saludan desde los bordes de mi propio tormento. No me mires, no te quedes, no respires y no regreses. Pues la traición  no se perdona en el mundo  donde el alma mora sin llegar nunca a rozar el núcleo de lo que no se perdona. Quiérete en pretérito pues lo que te augura el futuro es dolor, pies fríos y arsénico.

Cráter.

Emites una energía que no te corresponde. Solo lo putrefacto se adapta a las acciones que cometes, a los discursos que ni tú entiendes. Se sacrifica mucho para conocerte, se sacrifica aun más para mantenerte a flote. Un cuerpo, convertido sin remedio en un respiradero para quien no merece oxígeno y se regocija después con gota tras gota del mismo veneno. Y aquí estoy, sola y boca abajo en una caja de madera, con todo dicho y hecho, con tus ojos vacíos clavándose en mi nuca, y tus palabras huecas inundándolo todo hasta derribar hasta el último diente de león de este, mi lecho. Que dios me bendiga con todos tus defectos, frialdad, egoísmo, deslealtad y despecho. No saldremos de la vida siendo personas, no llegaremos a la muerte  a no ser que seamos tan estériles, tan inhóspitos como tú.

Balada rota en sí menor.

Hoy me hablaste sobre tormentas sobre la energía que acumulan los rayos, los truenos que se lamentan de la luz que no les queda. Todo el mundo sabe que los buenos siempre pierden, ¿tendrán los dados preferencias en una guerra en la que todos mienten? La batalla vencida que solo él vaticina, el campo de cultivo idóneo para el fuego que calcina hasta el último cedro. Relámpago. ¡Venido del cielo! Quién se iba a imaginar lo que necesitaba este cuerpo pálido, que muerde, repelido por el musgo que lo rodea, perdido en un mundo en el que nadie le espera. Una furtiva lágrima decidió caer de su mejilla, y antes de alcanzar su clavícula, una áspid decidio titubear y descansar sobre la yugular de quien no conoce más que sonido que el gritar. Cuando quiso darse cuenta,  Dante se había desatado en aquella selva, no había espacio en el aire, las gotas hacían cascada. Y las llamas llegaron más pronto que tarde intentaron llevárselo todo, pero  al final, las cenizas también cuentan una historia.

Iceberg.

Te voy a diagnosticar sin tener ni puta idea de lo que te pasa. Como el médico que, ante la duda, te da unos paracetamoles. ¿Sentimientos? ¡Solo quiero los buenos! Para mí y para mi entorno, no vaya a ser que me tenga que empezar a hacer cargo de todos los destrozos que causo. La responsabilidad ni civil, ni emocional. Las personas me gustan fuertes aunque no me gusta ver el proceso que les hace resilientes, las compro ya hechas, como un Churrasco Abastos un domingo a las 21:00. Fácil. Rico. En la puerta de casa. A ti te tenía entre mis manos y me gustaba mirarte desde diferentes ángulos,  regalarte tu peso en oro, tenerte a la distancia exacta en el punto medio entre el desperdicio y el chaleco antibalas, porque vulnerable no me vas a ver nunca. Nunca más. Me flipa el invierno, cuando casi es febrero y necesitas meter tus manos en mis bolsillos, pero no te acostumbres porque cuando menos te lo esperes, te voy a apartar. Quiero todo lo que no puedo tener hasta que lo consigo. Me entret