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Mostrando entradas de 2018

Narciso.

Me anestesio de forma constante. Todos los días son una basura recalcitrante que yo misma me sirvo en el plato para dejar que disfrutes de la azarosa tarea que reside en intentar empujar semejante bazofia existencial hacia abajo y por mi esófago. Como Malcom McDowell, maniatada y estupefacta mientras me suministran mi propio trauma con un catéter. Y no, no me gustan las tiritas. Que hagas mella sobre la malla inquebrantable que me refugia me pone de malas. Creo que mis venas son bonitas. Son azules y pequeñitas, frágiles como las que más, se rompen y convulsionan sobre el suelo corrupto que es mi piel. Las de casi todo el mundo son verdes. Lento y doloroso, evitando el tirón, Erik Satie me dice que me deje de melodramas, que él lo pasó mil veces peor. Y en mi menor. Por lo menos no estoy sola, siempre me acompaño para verme caer y tropezar porque, sí, ya estoy de bruces sobre el charco antes de que llueva. Con las pestañas mojadas y el pelo pegado a las mejillas. No me gus

Cristantemo.

Crisantemo. No te lo pierdas, tiemblas y te retuerces como una lombriz sobre el asfalto en pleno agosto, perdido y sin rumbo, dándolo todo y perdiendo más. Todo va de ti, no hay tablero porque el tablero eres tú aunque ni siquiera te hayas parado a cuestionarte, aunque la nada siga avanzando sin ti. Puedo evadirme y escaparme, apagar y encender partes de mí, dejándome a mí y dejándome a ti. Pero esto tiene que morir, tiene que parar, que quedarse debajo de alguien que no seas tú. Y puede que ella llore, y puede que me desquicie, ¿pero por qué tienes que mentirme y no vengarte hasta que no cosechas lo que siembras? Y puede que ella resurja, y reclame el suelo que ocupas, el aire que usurpas, el vacío que irradias. Y puede que ella se me lleve consigo, ¿pero qué sentido tiene bailar con zapatos?

Acacia.

Parte de mí se quedará siempre contigo, rindiendo pleitesía a tu esternón. No sigue ya mis órdenes, y de tanto invocarla he perdido la voz. Como un brazo amputado, dando coletazos incluso cuado la sangre no fluye por él, así eres y así soy. Sedientos y ojerosos, en busca de lo que solo trae desgracias, de las vides y de las sentencias. Y mientras me digo lo mismo cada mañana, tú me preguntas que qué será de mí si ni el fuego para esta hemorragia.

Boreal.

Soy casa para ti, soy la luz verde al otro lado del lago. Como guía y como faro, refugio a todos excepto a mí. Sangro a destempo, la hiedra corre por dentro de mis venas intentando colonizar lo poco que has dejado sin mácula, bajo hipnosis y rabia. Entre tus costillas vivo yo, y aunque no puedas oírme -nunca- siempre canto contigo, escuchando las únicas partes de ti que solo se sienten desde dentro. Me ahogo cada vez que lloras, incluso cuando no te dejas, incluso cuando no lo notas. Tu conciencia es un hierro al rojo vivo, que desvía a todo lo que intenta entrar menos a mí. Yo ya estoy dentro.

Ópalo

Mi mera existencia es una involución para la especie. Soy el sujeto débil del que habla Darwin.  Si os hablase de mi suerte, la pasión de Juana de Arco os parecería cosa de niños; siempre me caigo y cada vez peor. La irregularidad de los terrenos por los que me muevo me está dejando sin pies y los suelos solo los siento con la cara. Siempre me topo con lo que no quiero ver.  Delante de mis narices, pasando desapercibido e inequívoco, trazándose sobre la única trayectoria en la que no se me ocurrió pensar.  Las tangentes se me dan mal así que de nuevo, siempre me escapo mal. Condenada, como Ícaro, a quemarme como fin. A subir para bajar. Y, del mismo modo que la lluvia fue creada para caer,  tú has nacido para matarme, y yo para morir. Quizá ella conduzca.

Felino.

He lidiado con cosas que tú no podrías soportar. Conflictos y contactos horribles que abruman a la minoría de momentos felices. Que aun así existen y se enquistan como espinas bajo el abrasador roce de la cámara y de la bovina que los repite y rota sin poder parar. Vida es ciclo y circo es vida. Como payasos sin nariz bailando al ritmo de mis espasmos, de tus orgasmos y pequeñas muertes que suceden y se mecen mientras haces sonar a lo que no tiene voz. No quieras que quiera seguir así. Oculta entre agujas y serrín, siendo el vómito del olvido que impregna tu almohada de olor a vino.

Estertor

Nunca paro de pensar. Mi mente es un vórtice, una convergencia de veneno que yo misma me inyecto sin saber parar. A mil por minuto y sin líquido de frenos. En ti casi siempre pienso. Y entre lágrimas y truenos, veo cómo se te traga tu propia estrategia. Y no te gusta irte a pique. No recuerdo la última vez que dormí bien. Me amenazas por las noches con hacer lo que siempre haces, como si fuera la primera vez. Es inútil la espera, es cobarde, es incierta. Hay algo que se esconde detrás de ti, y con un silencio sepulcral, se ciñe a tu espalda arrancándote la piel del cuello a mordiscos. Oscura y firme se desplaza la ternura del olvido. Accede a mí, a través de cera y vino. Elige siempre el menos transitado, no sigas las huellas torturadas de otros huracanes. Camina, caminas, camino. Destrucción del sentido, hacia abajo, a besos. Y conmigo.

Digital.

Tengo dos tobillos, los dos se han roto incontables veces. El suelo ofrece estabilidad. Lo único decente de tener residencia fija en el fondo de todos los pozos existentes es que, al menos, no se te puede hundir más. De momento. Tengo dos ojos, que se abren cuando te vas y se cierran cuando estás. Me gusta sentir calor en las mejillas aunque mi anemia no me lo permita. Me gusta dormir sobre almohadas más rígidas que tus costillas aunque esté determinada a morir entre ellas. Tengo dos caderas, que sueñan con adaptarse a tu espalda, a las incisiones en el éter que deforma sus curvas. Empecé a bailar hace poco. Ya sabes por qué. Y con Leonard Cohen bailo mejor. Tengo dos manos, feas, diminutas, imprecisas y débiles. Y para ellas todo es arena y todo se escapa. Oídos tengo tres, pero solo los uso a la vez para escucharte cantar. Muñecas de cristal, pies de mantequilla, labios cortados, muslos cortados, brazos cortados: corazón extirpado. O respirar.

Índigo

Estamos igual de podridos, pero el destrozo es bonito. Te pegas como la sarna, como los chicles y los dejes, actúas como disolvente a conveniencia, evitando riesgos y rasguños cuando a mí, no lo evito, me gusta mancharme, pisar sobre granito solo para descubrir el barro que te sostiene. Babel se vino abajo por ego y no por cimientos. Baila, baila, baila, baila sabiendo que nunca se te desordenarán las entrañas; lo que no se tiene no se rompe. Guíñame, estaré mirando a la luna solo para verte a ti.

Cristal

Me voy a querer ir. Pronto. Diluirme como el humo que te sale de los poros. Despiértate. Te estás ahogando. Despégate de la irritante ausencia de tu ruta. Antes de que se desaten los infiernos, conseguiré decirte que inspirar es tu fuerte, que si consigues también que el aire escape, dejarás de arder. Cantaré siempre las mismas canciones. Esperando que algo cambie. Sin que yo tenga que actuar como variable. Voy a juntar piezas de nuevo. Necesito que encajen. Siempre. Incluso cuando no quieren hacerlo. Tu pulmón izquierdo hace más ruido que tu corazón derecho que, avizor, espera la incesante caída de Sísifo. Como una lombriz que se retuerce de forma errática, condenada a solo saber parar cuando debe bailar. Tus sonidos ya no me curan.

I see darkness.

Veo morir a todo el mundo antes de tiempo. Después del primer apretón de manos -ese que lo determina todo-, ya estoy pensando en el color del que se tornará tu piel cuando la sangre no corra por debajo de ella. Y ahora que lo pienso, estar vivo no te sienta bien. Lidias mal con todo y le tienes pánico a la inestabilidad. Y yo te digo: no hay nada más estable que un foso; a no ser que vivas en Nueva Orleans que no es el caso y aquí tornados tampoco hay. Qué miedo cadáveres volando. Y más el tuyo. Mal augurio asegurado. Un día de estos tienes que confirmarme que te gustan las margaritas y los tulipanes. Que con ese aire de optimista elitista de mierda que llevas, seguro que son tus flores favoritas. La gente que se incinera me cae bien. Suficiente explotación laboral sufren los descomponedores primarios ya. Y la tierra no necesita más mierda, así que podría ser una buena opción en tu caso. Y las cenizas por el retrete como en la peli esa. No hay tumba que pueda mantenerte bajo tie

Cheers

Tus palabras hierven y se van como vapor, mientras tanto, yo sigo intentando cogerlas con las manos desnudas y ardiendo por el mero placer que reside en reproducirlas cuando ya ni tú creas en ellas. Considérame enemiga hasta que hagas un movimiento arriesgado, una nota, en lo aparente, vacía, pero que resuelve la tensión mejor que yo. También a ti te llegará el momento de decidir entre lo fácil y lo real. Yo voy a quedarme esperando un rato más, aunque no sé muy bien en qué lugar me deja eso.

Orquídea

No me brillan las luces, no importa cuánto las espere, la única pausa relevante es la que anticipa la carne rasgada, la lágrima pesada, la última llamada. Dicen que algo habita los mares, que acecha, que medita sobre las posibles formas de acabar con las esencias de las cosas, con destruir para crear, y que, cada vez que frota sus manos entre sí, un volcán en Hawaii le da la vuelta a la almohada. Hay algo bonito entre tus sábanas frías, en tu condena absolutista en la que, a la vez, eres poder y súbdito. Hay algo cancerígeno en tu forma de mirar. Hay cosas por decir que nadan y se ahogan, entre ron y Coca-Cola, que se disipan y diluyen como la hiel entre gotas de sangre. Quiero ser ponzoña y quiero ser antídoto, quiero vivir para siempre entre tus sienes, germinar y crecer hasta que se me pierdan las falanges entre basura galáctica y tu doble dosis de esperanza. Me reduzco y acabo siendo poesía en tiempos de guerra interna, como vinagre para el sediento q

Melocotón

Todo el mundo sabe que estoy un poco muerta por dentro. Nací con un nombre raro, una enfermedad equivocada y con la cabeza muy grande en proporción con mi cuerpo. En el patio de mi guardería había una piscina que hacía esquina y que siempre estaba vacía, de agua porque al pasar de los quince grados se llenaba de lagartijas y no diré nombres, pero sé de alguien que conoces que ha digerido más de un reptil; el último día, recogí mi mochila -que era como un peluche de Garfield pero hueco como tú-, me fui al baño y tuve la suerte de perderme en una habitación con un piano enorme que no sabía tocar, pero si admirar, manchar y hacer sonar y bueno, casi estaba la policía en la puerta cuando me encontraron. Ese día hubo remolacha hervida para comer. Mi madre desempolvó su agenda para conseguirme una plaza en un colegio en el que la vida se me haría un poco más cuesta arriba de lo que esperaba, aunque eso te lo cuento mejor un viernes, que son los días únicos días en los que por las venas me

Espalda.

Creo que he nacido para valorar la felicidad del prójimo, para admirar la lágrima que colma el vaso incluso cuando la sequía es consonante. ¿Dónde está Dios? Las orejas van a caérseme o las ojeras o eso de lo que ya no queda, ialma estúpida y escurridiza. ¿Cantaban uno o lo hacían dos? La noche es la constante, el suelo nunca se hunde después de comer, grillo y murciélago, borracho y sin sendero, amigo, esposo, compañero. ¿Oyes a Satán? Bailando sobre las cenizas de la luna, mi blanco es oscuro, se balancea entre balas, hace eses con las muelas. ¿Que sus pies rozan el cielo? Desde este sótano distingo, con angustioso delirio, la canción del verdugo, del amigo y del esbirro. ¿Saltó o la empujaron?

Beso

Hace una vida, quise ser Klimt, odiar a quienes insistían con prisa y sin pausa, intentando convencer a un público vacío de que la muerte es una coma, un coma inconcluso que te permite flotar para luego caer o volar según el veredicto de la única consciencia que debe reinar, juzgar y delegar, confiar en súbditos indómitos que no se dejan someter, que queman coronas o lo intentan para luego dejarse caer desde las nubes hasta en atardecer. Quemad mis obras en grados fahrenheit, del mismo modo que yo te quemo, que yo me quemo, huyendo del tiempo, levantándome siempre para acostarme de nuevo en el suelo. Los finales nunca son tragedia la tragedia se masca, se enrolla, se bifurca siempre en lo ideal y la realidad de la que eres preso aunque ni siquiera exista, aunque solo duela. Por eso el punto es benévolo, su concesión a un fin es la clemencia del verdugo, que con su afilado yugo completa la condena, el ciclo, del que sufre sin sentido. ¡A la hoguera

Fácil vivir.

La desgracia se propaga por el agua a la misma velocidad de tu partida, se arremolina entre dagas que asesinas admiran a la lluvia caer antes de que empiece a llover. Esta guerra es un prólogo inconcluso una balada triste que amenaza con mantenerte recluso de los pecados que viste. Enviarán sus condolencias duques podridos, reyes mimados y ecos vacíos, me oiré buscarte aprentando puñados de arena solo para ver su recurrencia. Encontraré de todo menos el éxtasis. Muerte, luz y sombra, ira, paz y penumbra. Nada que no persigas, nada que no vivas. Nada que no sujete el gigante Atlas, que con ayuda de Axis, te permite negarme y aún así girarte, para verte marchar.

El odio a las Moiras.

Cede, duéleme, que no me sirves si no palpitas, que solo lloras cuando te marchitas. La felicidad solo conmueve cuando es la lágrima quien la porta, cuando toda puerta se cierra y la sonrisa, al acecho, descubre que todo es un juego y que en él, nada florece. Pues nacer es la meta, y vivir, el transcurso, solo se vuelve insulso si es sin tu impulso. Recuerda que el camino solo se hace largo, porque las huellas que persigues, son también tus huellas. Precede, desplázate, que si llueves no mojas, que si caes no te arrojas.

Esmeralda

Tus miedos son reales. Tus miedos son reales. Tus miedos son reales. Me torturo, siempre. En pasado, presente y futuro. No quiero decirte esto. No quiero decirte esto. No quiero decirte esto. Lates como el cáncer informando de que estás donde estás cuando toda cura se vuelve letal. Hablar es barato. Barato. Barato. Brillas por tu ausencia, eres un cuchillo que roza con su filo el ennegrecido hilo que te sostiene en vilo ante el profundo abismo que separa al que muere de lo vivido. Quiéreme. Quiéreme. Quiéreme bien. Te lo contaré todo cuando mis pestañas atraviesen, húmedas y frías, la fina tela del sudario que fallará en cumplir su por qué.

Treat

La sangre es el camino al alma a capa y espada, entre pared y daga, las rutas cambian y la luz se apaga. Un veredicto sin juicio, una sentencia sin esbirro, condénote al olvido y al yunque adormecido del poderoso suspiro que arrebata las esencias arraigadas en el ser. Se ciñe sobre él como una sombra camina a su lado en silencio, expectante siempre al cambio, al solsticio que sumergirá en un coma inconcluso a la inmaculada virtud de la astucia. Perdono y olvido, rezo y concluyo.

Quien bien te quiere.

Hay heridas en mí, hay lesiones en abismos recónditos, vienen de la nada, pues la nada son, y solo lloran cuando quiero oírlas, cuando las admito. Cansada de tus rebotes, varada en una playa sin agua capaz solo de observarte, concentrada, en tu afanosa tarea. Trozo a trozo vas cogiendo lo que quieres, lo que no quieres en mí, y en su lugar dejas que habite la acidez de la sal. Y mientras me agazapo, abrazando mis rodillas, en una esquina de la celda que tanto amas, una sonrisa de satisfacción se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.

Carta a Astaroth

Nada dura. Siento mucho tener que estar matándonos antes de tiempo, pero la paranoia gana y los equilibrios son muy inestables. Sígueme, te sacaré de esta nube. Con cada frase que nace de mí, necesito borrar dos y así me voy vaciando. Necesito el drenaje más que el licor. Ya no ardes lo suficiente, ya no quemas sin aliciente. Mi piel es fina, mis brazos son débiles, mi pelo es frágil, pero mis rodillas, a raíz de caer una y otra vez, son más fuertes que tu ego. ¿Qué esperabas de mí? Es un domingo triste. Para Vincent, la tristeza nunca llegó a acabarse. Para mí, todo acaba. Tú también.

Estigma

Camino, dibujo mi trayectoria con dos décadas de tinta, con mi sábana mortuoria agitándose a espaldas de puertas que solo gritan. Y la esperanza, cancerígena, con su constante amenaza agita su espada y flagela al ideal de sol que se aventura entre barrotes de dolor, que penetra la jaula invisible que me mantiene a oscuras, entre tinieblas y conjeturas. Que no me quiero, solo me mato, clavándome las uñas, huyendo de la luz, hundiéndome entre navajas, siendo suave, siempre suave, siempre blanca y sucumbiendo en un mar escarlata que nace y mancha, que fluye y emana la misma voz que me llevaba a oniria cuando todo era más simple, cuando la única función de la sangre era arremolinarse en mis mejillas ante la esperada oferta de algo dulce a cambio de silencio.

Oda

Te vas a derretir, siento haberte traído hasta aquí. Sé que mis sienes van a ceder un día de estos, la presión llegará a ser insoportable, como una hoguera en una bola de cristal produciendo más calor del que el vidrio acepta. Te estás deshaciendo, no pretendía hacerte tanto daño. Basta que deje de quererme azul, para que Ezis y Ápate se agarren a mis muñecas de nuevo. El crescendo sufre la condena de ser lo único que entiendo. Te has convertido en trozos, ¿sabes que no vas a volver a encajar? Dentro de no mucho, el cielo y las nubes caerán, y te aplastarán contra el suelo y solo entonces tus pies entrarán en mis zapatos. Me gusta poner a prueba la lealtad como valor, por eso camino siempre de mi mano.

Entre Dante y traición.

De verdad lo espero, por vuestro bien, que no sea cierto. Que todo lo que tengáis que decir, lo digáis en vida, porque lo que se oculta se parece más a las piedras que el aire que siempre diluye tus dictámenes. Es aquí donde empieza el verdadero infierno, ante los ojos llorosos de Homero y Virgilio contemplando a su creación juzgar y viendo a Cleopatra caer sobre sus rodillas mientras la sangre de Cavafis se desliza por sus costillas. La sed de venganza no es un pecado, no perdonar es un derecho. He tomado la decisión, deja ahora que la lección se imparta. Sus dientes solo miden unos pocos centímetros, y tu carne es tierna, podrás soportarlo, entre sangre y fango. Dime por qué me miras, por qué arrastras tanto oro como si fuera basura cuando lo único sin valor alguno eres tú. Te prometo que entre giros y furias, entre fosas y círculos, me veréis arder y arderéis conmigo, solo para descender al noveno hielo que corroe el alma.

Oblivion II

No necesito vender mi alma. Me he despertado con pocas luces y siendo solo consciente de cada rol sobre el tablero, y resulta que no solo ganas siempre, sino que yo no soy nada, aleatoria y con seis caras. Qué bonita es la puñalada inesperada, qué bonito es que algún día vaya a volar, qué bonitos son John y June, pero no me entierres, y si lo haces, tú a mi lado. Ten miedo si das con my corazón izquierdo, late igual que los demás, parece incluso el mismo, pero hiere con profundas incisiones a todo el que osa desafiarlo. Veré oscuridad y tú descansarás conmigo en un prado de piedra donde nadie gana, donde nadie juega, donde las trampas ya no valen, donde todo se escribe con mi nombre. Mi historia será también mi muerte.

Edad

Ha vuelto el frío y me ha traído consigo. Tampoco es como si me hubiera ido, no por mucho rato, aunque tú ya sabes que las ausencias de mentira también se notan. Estaba muy bien metida en tus zapatos; y es que, aunque tus pies sean pequeños, deambular amando solo a quien te amaba a ti, era hasta reconfortante. Tranquilo. Fácil. Fui tú y acabé odiándome. Me aterroriza que se muera con mi cabeza entre sus rodillas, que nunca termine de trenzarme el pelo, que el tiempo se la lleve como a esa manzana golpeada que nadie quiere. Cada vez que la visualizo en su ocaso, mi almohada se empapa incluso antes que mis muñecas. Hay hábitos que nunca se pierden. Quisiera poder hacer algo al respecto, parar al acelerado metal que nunca se acerca para matar, pero solo puedo quedarme muy quieta y esperar a que termines conmigo. En oniria y fuera de ella. Por lo menos en mis sueños haces algo.

Cata.

Escribo sobre odio y heme aquí, sin odiar a nadie. La paradoja con piernas que camina amando entre discordia. El oxímoron excitado que se desliza por el sumidero. Voy a querer pensar que, como el vino, eso de odiar va a ser un gusto adquirido. Pero odiar con sentido, contradiciéndome con Psique: el constante recordatorio de mi condición humana. El azúcar me aburre rápido, como tú, con tus eternas vueltas centrípetas aunque no mucho. Tú tiburón y yo presa, pero las crías también crecen y a veces, sin saberlo, son orcas.

Caronte

Me han dejado aquí en esta misma curva. No necesito brújulas, no necesito la piedad del traidor. Puse tu cara en el espacio, para verte yéndote, para envenenaros a ti y a todos con la utilidad del aire que no se puede respirar. Estoy tirada en el suelo y lo estoy llenando todo de sangre. Te he visto en el espejo durante tanto tiempo que ya ni espero encontrarme. Excava, sabes que tienes que seguir, no estás cerca. Todas las cosas que buscas están más lejos de la superficie que el mismo núcleo. Llévame en barco a la luna, veamos la función desde arriba. ¿Se me congelarán los ojos lejos de su órbita? Eres como esa canción de Radiohead que se gasta más rápido que yo, sin sorpresas.

Miel

Hay almas pequeñas, como la tuya. No quiero tu prosa, solo deslízate sobre mi piel siempre amarga, siempre ambiciosa. Hay pájaros violentos que siembran en la ira su miedo insustancial, que confiesan su mortalidad a todos los vientos. He saboreado la hiel en los nudillos que se aceleran al precipitado impacto con el ladrillo cruel. Hay pájaros heridos, siempre buscando nido, necesitando olvido y anhelando lo prohibido. Tú estás en los detalles, defines átomo y marfil, carcomes frente y perfil, no pares. Hay pájaros vacíos recorriendo laberintos que no fueron trazados para ser acabados. Vísteme con humo que si no se disipa, no me gusta, solo irrita. Hay manos pequeñas, como las mías.

Atropa Belladonna

Tengo tantos sueños que no puedo dormir. Las musas han vuelto a mí a través del humo. Respiro a duras penas, inhalo lo que dejas. Quisiera no depender de todo lo que adulo. Me trago mi propio veneno y me retuerzo entre rejas. Si me sostengo, no te asumo. Solo dime si te quedas, solo quítame esta niebla.

Spanish leather

Mi aliento quema como la ira del volcán. El ruiseñor acude a la llamada de las ramas, mientras la vida irrumpe rompiendo las cáscaras. (Cielo, cielo, dime por qué lloras. Cielo, cielo, dime por qué lloras). Mis ojos fluyen como frías cascadas. Ese día me pediste mi muñeca y me la devolviste meses después, como nueva, pero sin alma. (Fuego, fuego, dime por qué la quemas. Fuego, fuego, dime por qué no arde). Mi aliento quema como la ira del volcán.

Nana

Cuando era joven y temía al mundo, mi madre solía cantarme una canción. Hablaba del lugar adonde vas cuando tu vida en esta tierra se convierte en ladrillo, hierro e infierno que ayer no había, y hoy dos. La incapacidad a veces, se dilucida. Y nos vemos de nuevo en esta senda, lejos del antagónico sollozo de la esperanza como soluto. Y levantarse es más difícil hallándome en esta habitación llena de recuerdos rotos y acordes entrecortados. Se dirá la verdad, pero no soy el enemigo. Me he puesto tus zapatos, rasgo el suelo como tú las almas. Pero llegué a darme cuenta de que yo en lo real, no era nada. Así que dime, ¿por qué decidiste apoyarte en un hombro que estaba cayendo? Entiérrame a tu lado, pues el cambio siempre amenaza a los que tienen miedo. Tengo fe en la soledad y no puedes quitarme eso. Tengo fe en la destrucción, aunque me quede sin pretexto. Tengo fe en el abismo que me mira inconexo, pues solo ve lo que atisba el empañado espejo. ¿Y no

Eurídice

Se está clavando agujas en la garganta otra vez, Es un pecado delicioso verte sucumbir ante el ruido de todas tus piezas cayendo, en una armónica caótica, en una tragedia sin victoria. Hay naturalezas que no sucumben a las plagas. Puedo demostrártelo, veo a través de ti. No sin perder matices, no sin que la corriente de agua erosione también esto. Ojalá tus huesos se desintegren con los míos. Que las sirenas no cantan por cantar, cantan por catarte, por cazarte. Déjate llevar por una vez. Aunque creo que ya es tarde.