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Digital.

Tengo dos tobillos,
los dos se han roto incontables veces.
El suelo ofrece estabilidad.
Lo único decente de tener residencia fija en el fondo de todos los pozos existentes es que, al menos, no se te puede hundir más.
De momento.

Tengo dos ojos,
que se abren cuando te vas y se cierran cuando estás.
Me gusta sentir calor en las mejillas aunque mi anemia no me lo permita.
Me gusta dormir sobre almohadas más rígidas que tus costillas aunque esté determinada a morir entre ellas.

Tengo dos caderas,
que sueñan con adaptarse a tu espalda,
a las incisiones en el éter que deforma sus curvas.
Empecé a bailar hace poco. Ya sabes por qué. Y con Leonard Cohen bailo mejor.

Tengo dos manos,
feas, diminutas, imprecisas y débiles.
Y para ellas todo es arena y todo se escapa.

Oídos tengo tres,
pero solo los uso a la vez para escucharte cantar.

Muñecas de cristal, pies de mantequilla, labios cortados, muslos cortados, brazos cortados: corazón extirpado.

O respirar.

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¿Quién?

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Hecatombe.

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