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Mostrando entradas de 2021

Por las mañanas.

Por las mañanas, cuando tengo los labios hinchados y las caderas un poco más pequeñas, me miras vulnerable mientras haces que tu puño vuele certero hasta mi lado izquierdo del cerebro ese que piensa, y gira escrutando una y otra vez las cosas que no admites, que se vuelven cancerígenas y se te llevan consigo de viaje con Caronte para ver quién coge el remo primero. Calculas todos mis movimientos con precisión matemática, abscisas y coordenadas convergen en el mismo punto en el que mi mente confinada y deshidratada se dedica una vez más a no ser mala, a entender allí donde los demás generan incendios, donde la tormenta ya no es un mal augurio sino la promesa de un amanecer mejor. Pero la variable que omites es que yo estoy harta de ser un suceso previsible, de actuar acorde al rol que has decidido asignarme. Hace 18 días, se me quedó pequeño el molde angosto en el que decidiste introducirme, lo suficientemente afilado y apretado, del tamaño justo para cortar y asfixiar sin llegar a mata

Vainilla.

Muchas naves espaciales tienden a arremolinarse alrededor de lo que no deben tapan soles, estrellas y luces que se proyectan sobre lo único que es cierto, nublando así todo lo que crees saber, todo lo que llena tu boca cargada de plomo lacerante, tóxico, con trazas de lo que nunca te has atrevido ni a admitir, ni a pensar. Nuestra historia se escribe con traición y pólvora, en perspectiva equiparable desinteresada por mi parte y auto flagelante por lanzarme al abismo que no mira, solo vacía  al oyente que lo escruta. Quisiera contarte que la vida son puñales pero tú ya no quieres que me escuchen porque tu narrativa cubre a mi poesía, es más fácil, más sencilla, más directa y más precisa. Pero mis ojos de cristal no están dispuestos a dejar de ver, ni tu espalda lo está ante la tónica que te has impuesto de dejar de mirar,  ni correr ni andar te alejarán del núcleo al que perteneces ese que está por debajo del suelo sobre el que te precipitas cada 168 horas. No hay sustitutivos para lo

Lucero.

Te he perdido la pista.  Poco a poco, caminas en el sentido opuesto al núcleo que te mantiene fijo al suelo. Sueño inacabado de noches de verano que se precipitan obtusas al vacío, a la negrura infinita, incapaces de adaptarse a la bofetada y al giro. Miro por la ventana y ya sabes qué veo moradores de funerales, lágrimas falsas, zapatos aguados y ojos secos, deambulando detrás  de quien ya no está. No manejo bien esto, no te cuento nada que no sepas por si acaso, no vaya a ser que te acuerdes de cuando dije lo obvio y casi nos dinamito. Directos al abismo, pero sin mirar detrás, más arriba, más abajo, donde el río, donde desde hace tiempo se cruzan unas piernas que no son las mías. Las canciones que escucho son las mismas, como una chincheta clavada en Arkansas, un plan inconcluso que se entretuvo en el limbo de olvidar, un momento en el tiempo congelado en trocitos pequeños, en placeres cotidianos que si no cuidas, se esparcen derretidos por debajo de la piel  adhiriéndose a los lati

Capricho.

Parece que decía de broma lo de que no puedo conmigo y al final el comentario arbitrario de sabor amargo se ha convertido en concesión inconclusa sin término a la muerte rapaz. Qué poco dura lo que importa. Y cuánto tiempo te pasas dando vueltas alrededor del mismo foco, cual polilla beoda que no centra bien el vuelo, justo para que te corten la luz en las narices. Calderos de agua fría que caen, gota a gota, por la espina dorsal, dan la vuelta y cruzan hasta la yugular. Vete tú a saber qué coño quieres decir cuando no hablas. Cuando clavas tu pupila transparente en mi cara vacía y te llevas lo poquito que queda de mí. Los primeros coletazos de este año que se precipita hacia el abismo fueron incapaces de noquearme. Sobreviví a febrero sin ganas, pero la luna entró en su lugar favorito para la hecatombre y se fue todo a la puta. Te voy a decir la verdad una vez más, que sé que no te gusta, que te desenvuelves mejor entre ilusiones fugaces que te protegen dentro de tu célula marchita he

Fresas.

Todo lo rosa es bonito y aunque el rojo me defina mucho más siempre hay algo bonito en diluír las cosas. Cuando me tenía dentro, mi madre se alimentaba de fresas. Fresas con leche, con yogur, con agua y azúcar, con miel,  con chocolate, con zumo de uvas y pan. Caja tras caja entraba por la puerta y caja tras caja devoraba mos. Poco después, mi abuelo enfadado por mi existencia hasta el instante preciso que me vio de lejos, empezó a plantar fresas. Los hombres tienen maneras muy enrevesadas de expresar lo que sienten, consecuencia, imagino,  del movimiento boys don't cry que tanto les gusta  y que tanto les protege. Cuando tenía 4 años yo ya sabía hacer un rego, correteaba quemándome al sol mientras Mel intentaba atarme un pañuelo con cuatro nudos en esta sorprendentemente grande cabeza que heredé de otro hombre. Rápido "Machor" me destinó al cuidado, riego y recolecta de las fresas para mamá. Las pequeñitas para mí.  Otro día "Masilor" me enseñó a apañar las pat

Metamorfosis.

Siempre quise ser volcán mandarlo todo a la mierda y erupcionar cada vez que la superficie se quede sin nada a lo que amar. Libreta tras libreta, pasaba todos los apuntes a limpio cada vez que manchaba, rompía o garabateaba inconscientemente una hoja. En la vida no puedes hacer lo mismo. Obligada a acarrear con erratas y traspiés, mis archivos nunca están limpios, nunca están perfectos, nunca son válidos. Hasta que, por narices, tienen que serlo. Bailar bajo la lluvia, te moja los pies y a veces los calcetines, comer huevos fritos con camisetas de todos los colores y solo mancharse cuando vas de blanco es la pimienta, la sal, el ajo y el vinagre de la existencia. En la mancha vive la experiencia, y en el dedo gordo del pie el equilibrio insostenible capaz de rasgar las medias. Soy volcán sin querer, soy la erupción que nadie ve. Magmática es mi calma para aquel que la prevé.

Sienes.

Quizá fuese otro de mis rollos. Culpa de mis expectativas que, a veces, se sorprenden a sí mismas. Quizá tú no seas más que las prisas por llegar, que el pánico de abrirte en canal. De los días yuxtapuestos, de las noches al revés, me quedo con que te despertabas cuando yo me acostaba y esas seis gotas pares de leche de avena que le echabas al café. Miro hacia todas partes y veo trocitos de mí regalados, esparcidos, allí donde no hay méritos más allá de la cicuta. Qué pena, qué suplicio, verte desprovista de todo lo que te hacía tú, de todo lo que era casa y muralla. Lo más probable es que no sea culpa de febrero, traerdor inevitable de desgracias, lo más probable es yo salga de aquí, que mis hojitas vuelvan a crecer donde tu Monsanto interior  se dedicó a echar sal, que las palabras de mi abuela, se pierdan en el tiempo, como los cocodrilos en tus lágrimas. "A vida é triste. Yo a veces te busco, te busco porque necesito cariño. Y tú me corres. Y yo me marcho".