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Mostrando entradas de julio, 2014

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Creo que, definitivamente, he perdido la catártica capacidad de abstraerme sobre un folio en blanco. Me he dejado dominar por mi propia subjetividad, mostrando partes de mi propio psique que solo quería ocultar. Y ni siquiera tuve la oportunidad de oponer un mínimo de resistencia. ¡Qué grandes me van esos pantalones! En especial cuando es la debilidad, y no la fortaleza, la que determina hasta el último detalle de mi ser. Hay nubes de tormenta aparcadas sobre mis ojos a tiempo completo... Intentaré que la tinta no se corra. En realidad no paro de reírme. No tenéis ni idea de lo estúpido -y a la vez inteligente-, que es llenar folios y folios de decadencia cohesionada para expresar siempre el ruidoso y fatídico desengaño que me rodea. Pero, tranquilos, no tratéis de recomponerme: no estoy rota. Tan solo erosionada por la puta mierda de existencia que un despiadado destino o Dios ha escrito para mí. Quizá resista a la próxima estocada, queridos.

Anywhere.

El silencio se rompe y los aplausos inundan la sala; no caigas en la trampa, no suenan por ti. No te soportan. Sus manos chocan, orgullosas, por tus interminables y erráticos fallos. ¡Como si me importara! Pero siguen siendo sus carcajadas las que navegan en el aire, y tus lágrimas las que se hunden en él. Las butacas se vacían y las luces son devoradas por la oscuridad, como si fueran las notas finales de un nocturno de Chopin, sumergidas en un dacapo interminable. "No vale la pena", te dices. "Baja de tu maldito pedestal". Y me voy del escenario saliendo a la fría e incesante lluvia. Ella por lo menos emite una melodía armónica. Los violines me persiguen, guiándome a ninguna parte, mientras los contrabajos marcan el ritmo de mis pasos, inexorablemente. Espero un disparo, una palabra, mientras camino sin rumbo en busca de un final infeliz.