Creo que, definitivamente, he perdido la catártica capacidad de abstraerme sobre un folio en blanco.
Me he dejado dominar por mi propia subjetividad, mostrando partes de mi propio psique que solo quería ocultar. Y ni siquiera tuve la oportunidad de oponer un mínimo de resistencia.
¡Qué grandes me van esos pantalones! En especial cuando es la debilidad, y no la fortaleza, la que determina hasta el último detalle de mi ser.
Hay nubes de tormenta aparcadas sobre mis ojos a tiempo completo... Intentaré que la tinta no se corra.
En realidad no paro de reírme.
No tenéis ni idea de lo estúpido -y a la vez inteligente-, que es llenar folios y folios de decadencia cohesionada para expresar siempre el ruidoso y fatídico desengaño que me rodea.
Pero, tranquilos, no tratéis de recomponerme: no estoy rota. Tan solo erosionada por la puta mierda de existencia que un despiadado destino o Dios ha escrito para mí.
Quizá resista a la próxima estocada, queridos.
Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay ya hueco para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.
Comentarios
Publicar un comentario