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Everything is lost.

Ha dejado de tener sentido. Ya no hay motivos para despertar; no me importa qué hora es, ni en qué día vivo. Ni siquiera me he parado a pensar en lo poco que falta para la avalancha de cambios. Tan solo disfruto de la calma antes de la tormenta. Y duermo, duermo mucho; entendedme, no quiero pensar. Mi almohada está empapada a tiempo completo porque me despierto más vacía de lo que me acuesto; Morfeo ignora mis plegarias. Ya no creo en nada en lo que solía creer. Perdí mi norte mientras las nubes nacían. Y perdí mi sur cuando el cielo empezó a llorar. Ahora espero a los rayos; con un poco de suerte, quizá, y solo quizá, me ayuden a perder mi propia mente.

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Creo que, definitivamente, he perdido la catártica capacidad de abstraerme sobre un folio en blanco. Me he dejado dominar por mi propia subjetividad, mostrando partes de mi propio psique que solo quería ocultar. Y ni siquiera tuve la oportunidad de oponer un mínimo de resistencia. ¡Qué grandes me van esos pantalones! En especial cuando es la debilidad, y no la fortaleza, la que determina hasta el último detalle de mi ser. Hay nubes de tormenta aparcadas sobre mis ojos a tiempo completo... Intentaré que la tinta no se corra. En realidad no paro de reírme. No tenéis ni idea de lo estúpido -y a la vez inteligente-, que es llenar folios y folios de decadencia cohesionada para expresar siempre el ruidoso y fatídico desengaño que me rodea. Pero, tranquilos, no tratéis de recomponerme: no estoy rota. Tan solo erosionada por la puta mierda de existencia que un despiadado destino o Dios ha escrito para mí. Quizá resista a la próxima estocada, queridos.

Anywhere.

El silencio se rompe y los aplausos inundan la sala; no caigas en la trampa, no suenan por ti. No te soportan. Sus manos chocan, orgullosas, por tus interminables y erráticos fallos. ¡Como si me importara! Pero siguen siendo sus carcajadas las que navegan en el aire, y tus lágrimas las que se hunden en él. Las butacas se vacían y las luces son devoradas por la oscuridad, como si fueran las notas finales de un nocturno de Chopin, sumergidas en un dacapo interminable. "No vale la pena", te dices. "Baja de tu maldito pedestal". Y me voy del escenario saliendo a la fría e incesante lluvia. Ella por lo menos emite una melodía armónica. Los violines me persiguen, guiándome a ninguna parte, mientras los contrabajos marcan el ritmo de mis pasos, inexorablemente. Espero un disparo, una palabra, mientras camino sin rumbo en busca de un final infeliz.

Cortinas de hierro.

Las tijeras. Afiladas. Desprendían un brillo morboso que llamaba a mis manos como un cántico de sirenas a una tripulación cualquiera perdida en el gran azul. El óxido. El calor. La sangre. Manaban sin cesar de la misma y caótica cicatriz. Era imperceptible, era hermoso. Eran todos los resquicios de mi fuerza restante condensados en un punto y final. Un punto grueso. Líquido. Húmedo. De los que rasgan el papel. El punto que une lo que hay delante y detrás del telón. El hilo que levanta el tupido velo entre las dos antagonistas por excelencia. La que sangra y respira y la que no puede sentir: la vacía y la oscura. El día y la noche. La vida y la muerte. El latido y el silencio. La cárcel y la vía de escape.

Metamorfosis.

Todo avanza tan sumamente deprisa que me asusta. Tengo miedo a cualquier cambio de variables. Al mínimo giro de acontecimientos. A cualquier desajuste. Los cambios siempre provocan más cambios.  Si la temperatura varía, el sistema se ve afectado. Y parece ser que esta es la palabra central "cambio", y sus consecuentes derivaciones léxicas. Todos cambian y evolucionan, y yo sigo aquí; con mis contras. Pero no me malinterpretéis, sigo estando a favor de Darwin; el problema es que considero que he llegado a un punto en el que mi propia mente ha adquirido todos los mecanismos esenciales para desarrollar eso a lo que llaman "pensamientos". Y me da miedo tener el arma de pensar. A veces, estar encadenado es mejor que estar libre. Y yo no quiero desencadenarme de mi propia niñez. No quiero pudrirme en ese mundo de "mayores" al que todos queréis pertenecer.  Prefiero ver cómo las flores de papel crecen en las paredes de mi ático lluvioso. Loca para alguno

Rather be dead than cold.

Es, cuanto menos, odioso que toda tu vida se resuma en las mismas, caóticas y pequeñas catástrofes psíquicas.  Y digo "psíquicas", por no decir "ajenas".  Odioso porque, simple y llanamente, a la mínima que ofreces una mano, una relativa minoría reducida de lobos devoran tu brazo. Transformando tu propia confianza en meras cenizas. Y, odioso también porque, ante el menor símbolo de alarma, aparece una nueva odisea de la que tienes que defenderte.  Sino es por A, es por B. Por desgracia, yo ya he llegado a mi Z. 

We are the shadows screaming take us now.

Es difícil.  Es difícil que tu propia conciencia vaya en contra de tu, ya de por sí, inestable psique.  Y es por cobardía, por lo que mi mente no toma ese "camino fácil" que a todo ser humano le parece un acto deplorable opuesto a la propia integridad de la moral universal. Por cobardía no me enfrento a la propia cobardía. Por miedo. Por culpa de ese sonido alarmante que, al igual que tus propios demonios, se manifiesta cuando tratas de poner un punto, cuando tratas de acabar una línea...