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Mostrando entradas de febrero, 2020

Sal

Intento no mirar las hojas caídas, al fin y al cabo, el árbol solo estará desnudo 60 días. Y sus noches. Senderos poco transitados y el viento que no perdona, acompañan a los pulsos que insufribles nos asolan. Rítmico y constante de vis a vis, a milímetros de distancia de lo que hay debajo del suelo. Brotan de mí las esporas que nunca te llegan, engañosas y dispersas, se adhieren a tus piernas que impasibles avanzan siempre en la dirección errónea haciéndome retroceder aún más hacia el núcleo de lo que nunca me perdona. La parte dentro de mí que se dedica a amar está cansada, oxidada y casi seguro caduca. Espero que llueva pronto.

Migas.

No suelo ver las cosas. Me gusta ocultármelas, sorprenderme con todo lo que duele porque de improvisto hace más daño. Son temas arduos y situaciones complicadas las que hoy nos inundan, pero hay que girar el tablero.  Me gusta pensar que en otra vida solía cuidar plantas, por cómo te cuido a ti y por todas las espinas que me devuelves. Aprender a regarme a mí misma es mi objetivo en esto e irme esculpiendo a través de las sequías es la única recompensa que debería buscar. También te lo digo, ojalá no exista la reencarnación porque estás jodido, con una sola mirada, Platón te diría que no llegas ni a mujer. Más o menos cada dos meses, sueño con una ciudad que yo misma me he inventado. Tiene 3 calles muy separadas entre sí por un espacio en blanco.  No creo que la conozcas porque nunca has estado en ningún laberinto que tú mismo no hayas creado, pero si alguna vez la visitas, no le mires a los ojos a las estatuas porque son reflejos de mí misma y te guardan siempre detrás de las pupilas