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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Narciso.

Me anestesio de forma constante. Todos los días son una basura recalcitrante que yo misma me sirvo en el plato para dejar que disfrutes de la azarosa tarea que reside en intentar empujar semejante bazofia existencial hacia abajo y por mi esófago. Como Malcom McDowell, maniatada y estupefacta mientras me suministran mi propio trauma con un catéter. Y no, no me gustan las tiritas. Que hagas mella sobre la malla inquebrantable que me refugia me pone de malas. Creo que mis venas son bonitas. Son azules y pequeñitas, frágiles como las que más, se rompen y convulsionan sobre el suelo corrupto que es mi piel. Las de casi todo el mundo son verdes. Lento y doloroso, evitando el tirón, Erik Satie me dice que me deje de melodramas, que él lo pasó mil veces peor. Y en mi menor. Por lo menos no estoy sola, siempre me acompaño para verme caer y tropezar porque, sí, ya estoy de bruces sobre el charco antes de que llueva. Con las pestañas mojadas y el pelo pegado a las mejillas. No me gus

Cristantemo.

Crisantemo. No te lo pierdas, tiemblas y te retuerces como una lombriz sobre el asfalto en pleno agosto, perdido y sin rumbo, dándolo todo y perdiendo más. Todo va de ti, no hay tablero porque el tablero eres tú aunque ni siquiera te hayas parado a cuestionarte, aunque la nada siga avanzando sin ti. Puedo evadirme y escaparme, apagar y encender partes de mí, dejándome a mí y dejándome a ti. Pero esto tiene que morir, tiene que parar, que quedarse debajo de alguien que no seas tú. Y puede que ella llore, y puede que me desquicie, ¿pero por qué tienes que mentirme y no vengarte hasta que no cosechas lo que siembras? Y puede que ella resurja, y reclame el suelo que ocupas, el aire que usurpas, el vacío que irradias. Y puede que ella se me lleve consigo, ¿pero qué sentido tiene bailar con zapatos?