Siempre había sido sombría, un contraluz interesante.
Pero ahora era algo más. Oscura. Tenebrosa. Afilada.
Un trauma es una herida abierta que se subestima.
Una aceptada cicatriz que no existe.
No duele, solo paraliza; secreta su propia ponzoña.
Directa a la sangre.
Más sigilosa que la muestra más pura de arsénico.
Más inherente a la raza humana que el propio odio.
Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay ya hueco para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.
Comentarios
Publicar un comentario