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Agua.

No me pasaba desde hace mucho, pero con el último cigarrillo, he visto las cosas con claridad. Primero, somos al hábito lo que el hábito a nosotros. Me sigue sorprendiendo mi entorno y que se me rice el pelo solo en primavera, pero todo parece ser mutuo y con una relación de causa y efecto. Tú y yo a parte, la segunda ficha siempre se cae cuando empujas a la primera y, bueno, sin irme más por las ramas, no vas a ser lo que podrías ser por mucho que debieras hacerlo. Y yo no puedo hacer nada por que cambies tus zapatos por los míos. Es inútil. Como el nombre que nos he puesto. Como ver vida más allá de Ío. Segundo, tengo todo lo que hace falta para funcionar, pero no funciono. No del todo. Es como si alguien hubiera triturado todo lo que tengo por debajo de la piel y me hubiese echado del nido, de forma cruel, antes de que la oportunidad de aprender a volar me hubiese sido dada. Y lo que iba a ser alondra, se quedó en gusano.  No hay lugar para el azul entre tanta tierra. Tercero, n...

Menguante.

De pequeña me gustaba imaginar que controlaba el viento. Soplando más o menos fuerte para que este lo hiciese de igual manera. Me gustaba creerme que todo saldría bien. Que le daría a mi madre lo que mi padre no pudo darle: felicidad y una casa bonita. Siempre he querido que todo el mundo fuese feliz, que cuando llegases a casa te esperase siempre tu comida favorita en la mesa y que, cuando menos te lo imaginaras, tu libro favorito acabase de la forma que tú quieres. Pero las cosas no funcionan así. Por mucho que lo intente, la violencia impera. Confío en todo el mundo de manera predeterminada y tengo un don que me dice qué carencias tienen las personas y otro que me explica cómo cubrirlas. Ojalá supiese hacer lo mismo conmigo. Ojalá no haber tomado esa cerveza abierta que me ofrecisteis. Ojalá no recuerde nunca lo que pasó después. Porque todo el rato es el yo el que se queda por detrás, total, ya tendré tiempo para mí misma en la tumba. O en la urna. Mis amigos dicen que se me da bie...

Doblepensar.

Piel con piel y lo que tendría que ser bien, se siente como terapia de choque. En vez de cosquillas, cuchillos. No importa cuánta lava pueda producir, tu hielo sigue siendo más denso. Tú sigues blindado e inaccesible. Y me preguntas que qué me pasa. Que por qué empapo la almohada. Que por qué huelo tan bien después de tanto whisky. Que por qué soy tan bonita. ¿Por qué estoy tan podrida? Si al final todo acaba igual: el zumbido de tu bragueta, tu espalda y vuelta a empezar. Nos acabaremos cuando se acabe.

De monstruos y hombres.

Uno de mis mayores problemas con la vida adulta -y no tan adulta- es que todo va demasiado rápido. No te recuperas del primer golpe y ya está todo en el octavo. 666. Pero lo peor es otra cosa. La velocidad solo genera más velocidad, como tu violencia y mis arañazos. Pienso más rápido de lo que puedo -o podré nunca- procesarme. El vórtice en el que me sumerjo, me lleva consigo. Pienso tan rápido que vivo las cosas antes de decirlas. Nadie puede vocalizar tan rápido.  O articular un sonido que signifique algo más que todo lo que nos cuentas. Y ya lo he probado todo. Pero nada realentiza esto. Ni las benzodiacepinas, ni lo ilegal, ni los cobatas que te haces, ni los chupitos que me debes. Nada sustituye esto. Nada te sustituye a ti. Todo es mentira. Todo te grita. Algunas cosas no tienen solución. 

Sal

Intento no mirar las hojas caídas, al fin y al cabo, el árbol solo estará desnudo 60 días. Y sus noches. Senderos poco transitados y el viento que no perdona, acompañan a los pulsos que insufribles nos asolan. Rítmico y constante de vis a vis, a milímetros de distancia de lo que hay debajo del suelo. Brotan de mí las esporas que nunca te llegan, engañosas y dispersas, se adhieren a tus piernas que impasibles avanzan siempre en la dirección errónea haciéndome retroceder aún más hacia el núcleo de lo que nunca me perdona. La parte dentro de mí que se dedica a amar está cansada, oxidada y casi seguro caduca. Espero que llueva pronto.

Migas.

No suelo ver las cosas. Me gusta ocultármelas, sorprenderme con todo lo que duele porque de improvisto hace más daño. Son temas arduos y situaciones complicadas las que hoy nos inundan, pero hay que girar el tablero.  Me gusta pensar que en otra vida solía cuidar plantas, por cómo te cuido a ti y por todas las espinas que me devuelves. Aprender a regarme a mí misma es mi objetivo en esto e irme esculpiendo a través de las sequías es la única recompensa que debería buscar. También te lo digo, ojalá no exista la reencarnación porque estás jodido, con una sola mirada, Platón te diría que no llegas ni a mujer. Más o menos cada dos meses, sueño con una ciudad que yo misma me he inventado. Tiene 3 calles muy separadas entre sí por un espacio en blanco.  No creo que la conozcas porque nunca has estado en ningún laberinto que tú mismo no hayas creado, pero si alguna vez la visitas, no le mires a los ojos a las estatuas porque son reflejos de mí misma y te guardan siempre detrás de las...

Aura azul.

La luz que entra por debajo de la puerta es terminal. Tú no estás, aunque eso no sea nada raro. No siento los pies. Estoy sudando y tengo frío a la vez. Extiendo el brazo para encender la luz. Extiendo el brazo para encender la luz. Mierda.  Otra vez. Cálida bienvenida al mundo de las estatuas durmientes. En mi menor. Cuento los segundos que faltan para que llegue el pánico. Bienvenido.  Por supuesto que hay una mano reptando hacia mi rodilla. Aunque no la vea.  Puedo sentir el aliento de "eso" en mi nuca.  "Eso" tiene una anatomía extraña. Fluida. Puede estar en todas partes y en ninguna a la vez. Vamos. No seas trenca. Mueve los dedos de los pies. Mueve los dedos de los pies. Joder. Los de las manos, mueve los dedos de las manos. Dios, para no poder sentir el cuerpo, juraría que algo me está tocando la espalda. Concéntrate.  Meñique. Mano. Derecha. Qué maravillosa me hacen estas mierdas. Como haya un monstruo de verdad en tu lado de la cama, de esta se me llev...

Rosas.

Era un domingo más, de esos que te enfrían las puntas de los dedos de los pies de manera irremediable y te secuestran, a punta de estalactita, en la cama.  Y aunque no es muy difícil mantenerme a mí entre mantas, ese día, la oferta no era tan suculenta como de costumbre. Así que salí.  Y la calle que me encontré no era la calle de siempre, los colores eran más vivos y pareció que el frío se había quedado en tu lado -vacío- de la cama.  Recorrí el camino que hago siempre de jueves a domingo, ya sea de ida o de vuelta, hasta el mismísimo agujero negro que me pega los pies al suelo a cambio de volarme los sesos. Menos mal que tengo muchos. Cuando quise darme cuenta y por primera vez en la existencia, estaba bebiendo ron y la canción no me sonaba, llegó quien debía llegar y tú bailabas conmigo. Miré el reloj sin querer. Las siete de la tarde me hicieron darme cuenta de que estaba soñando; cuando piensas demasiado en algo, te contamina el tiempo onírico y yo creo que también l...

Ayahuasca.

Me pesa la cabeza. Me hunde. Me clava al suelo. Gravedad. Órbitas. Vacío. Las ideas que tienes se pudren entre los límites que te impones. Surges, y sufres, al ritmo de mis canciones. Nébula. Orión. Caleidoscópicas las ilusiones que me metes entre los dientes, donde todo chirría, donde todo se siente. Cartuchos vacíos.  Balas huecas. Pólvora seca y traición putrefacta. Quiero verte caer entre sábanas y mantas, cólicos yermos entre lo que dices y lo que matas. Quémame la piel con ácido y yesca, que no me quede nada de lo que ayer  se quebraba.

Pétalos.

Esto no es tristeza. Esto no es necesitar a alguien que te sepa escuchar. Esto no es cuestión de palabras. Esto es lo que soy ahora. Y no se puede cambiar. Evolucionar es la ley innata,  que no se escapa, ni se asusta cuando de alguna manera siempre sacas la carta más astuta. Lidiar con la abstinencia es lo peor de tus drogas, porque que me operen a dolor es admisible, pero tú tienes que avisarme antes de tirar, porque esta tirita es como una presa de piel, carne y hueso, que frena y disipa la presión de lo que hay debajo, de lo que nadie quiere ver, de la cicuta que corre por mis venas. Nada crece si no lo riegas. ¿Habrá rosas en Júpiter?

Tumba.

Todas las cosas bonitas pasan en un extremo de la línea que, un dia tras otro, te empeñas en trazar. Y en el lado opuesto estoy yo nadando en mi propia sangre que solo existe para escribir esta mierda.

Azufre.

Siempre llego a los lunes con muchas situaciones que analizar entre sien y sien, como una ensaladilla rusa llena de cosas aunque solo importen las patatas. Cambio como el tiempo, por estaciones, aunque ya no mucho porque tú sigues plantando eucaliptos donde yo ardo. Caminas despacio, sin rumbo y sin pausa. Acechando a lo que siempre se te acaba, lo que nadie puede darte y solo tú puedes quitarte. Te gusta bailar como Fred Astaire, pero no te gusta el claqué, así que te quedas quieto y vacío sopesando cuál es la manera más rápida de anestesiarte. O de matarte. Ya depende. Los martes no suelo funcionar muy bien, se me llena el estómago de bilis y tiendo a comer más aire que de costumbre, más que ayer. Siempre me caigo de la cama cuando sueño y siempre sueño que me caigo de la cama. He llegado a la conclusión de que, como dijiste, mis esencias están en las caídas. No me gusto si no respiro, se me pone la cara roja y se me hincha el bazo pero alguien me dijo...

Girasol.

Ay, alma mía, cómo voy a salvarte si cada vez que te miro, te tiras. Que entre terribles visiones me muevo, me desplazo, buscando lo que nunca consigo, lo que siempre es nuevo. Ay, despertares perdidos, cómo voy a buscaros, si todo lo que me dais, lo acabo desperdiciando. Cambias y cambias, de primavera a enero, desapareces de mis calles escondiéndote en mi cuello, delator, roto y muerto. Ay, luz desmedida, no me quites, por favor el veneno que  mi garganta ansía.

Over.

Soy la cara de algo roto, soy la cara de algo muerto. Me das la espalda cada vez y sigues sin titubear hacia el inevitable ocaso de lo cómodo. Soy la cara de la que huyes, soy la nuca que te atisba. Obligada a ver el daño que has hecho cada día en cada muslo, en cada pulso. Soy la cara del abandono, soy la tez del veneno. Te estoy viendo arder antes de tiempo mientras me arrancas las costras para que siga fluyendo tu opera prima. Soy la cara que me dejas, soy tú.

Gardenia.

Que me tengo que tapar los ojos cada vez que necesito verte, calzarme deprisa y estar siempre lista para correr por si, de repente, te da por mantenerme la mirada durante más de un segundo, por si verte oscurecer siempre que aceleras el paso hacia la dirección contraria deja de cortar. Demasiado vieja para liberarme y escapar, me descubro encadenada a tu calavera sin sesos, desnutrida y sin aliento, mis heridas se desgarran en contacto con el viento y mis lenguas se disparan al remolino de tus huesos cayendo, cayendo y cayendo para no llegar a nada. Y mientras mi cuerpo convulsiona sobre el suelo tú bailas en círculos, celebrando, con tu pequeño y arrugado corazón, una victoria sin término a la muerte rapaz.. Muéleme, tritúrame, deshazte de mis precipicios, y camina conmigo.