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Over.

Soy la cara de algo roto,
soy la cara de algo muerto.

Me das la espalda cada vez
y sigues sin titubear
hacia el inevitable ocaso de lo cómodo.

Soy la cara de la que huyes,
soy la nuca que te atisba.

Obligada a ver el daño que has hecho
cada día
en cada muslo,
en cada pulso.

Soy la cara del abandono,
soy la tez del veneno.

Te estoy viendo arder antes de tiempo
mientras me arrancas las costras
para que siga fluyendo tu opera prima.

Soy la cara que me dejas,
soy tú.

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¿Quién?

Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú  sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay  ya hueco  para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado  de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras  con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.

Hecatombe.

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