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Sinfónica.

Analiza y sopesa.

Hechos y conclusiones han de ser complementarios. Y de la misma esencia, pues la adición entre divergencias es imperfecta para el matemático y desproporcionada para el artista.

Qué será del abismo sin caída

Aprieta el pulso y tira, la tendencia a un estado estático solo puede ser lírica y la poesía es aterradora, pues desentierra lo prohibido y rasga el grueso velo que oculta al ser del parecer.

La luz no es necesaria si es el alma la que percibe. 
El alma no existe si es la realidad la que la persigue.
Incluso en la cuerda floja la voluntad persiste.
Y la caída borra las definiciones del que todavía resiste.

Evasión y catarsis. Hedoné te llama al mismo tiempo que Némesis completa su ciclo a tu alrededor. La víbora envenenando su propia piel y cerrando el anillo que te condena, que me condena a errar de nuevo, a subir y a caer, a rozar Zion con la yema de los dedos justo antes de nacer de nuevo.

Qué será de la ambrosia sin suicida.

Analiza y concluye.


Balada triste y despiadada para piano y cuerda en mí menor.

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¿Quién?

Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú  sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay  ya hueco  para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado  de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras  con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.

Hecatombe.

Y como todo lo que se ama, solo podía alejarme de ella. Aunque lo cierto es que es complejo, complicado, alejarse de uno mismo. Pues soy la brisa de aire fresco, que desata sus carcajadas tristes. Sé que si intento sacarla de mí, solo voy a conseguir perderme. Sé que si dejo de necesitarla, nunca jamás volveré a encontrarme. De ella, derivo yo. Ella oniria, yo insomnia. Sin -mi- vida, muero, sin -mi- luz, perezco.

Quien bien te quiere.

Hay heridas en mí, hay lesiones en abismos recónditos, vienen de la nada, pues la nada son, y solo lloran cuando quiero oírlas, cuando las admito. Cansada de tus rebotes, varada en una playa sin agua capaz solo de observarte, concentrada, en tu afanosa tarea. Trozo a trozo vas cogiendo lo que quieres, lo que no quieres en mí, y en su lugar dejas que habite la acidez de la sal. Y mientras me agazapo, abrazando mis rodillas, en una esquina de la celda que tanto amas, una sonrisa de satisfacción se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.