Hay que saber controlarse y hay que saber tocar el aura sin rozar la mecha.
Lo cierto es que es aburrido no quemarse, pues el fuego tiene más facetas de las que él mismo está dispuesto a admitir y ninguna de ellas crea sin la destrucción como premisa.
Pero a mí, o me condicionas o nada.
No os riais, que en la praxis todos lo estáis
El calor es una función importante y la luz es la variable por excelencia, siempre y cuando el arder no entre en la ecuación.
Aunque, siéndoos franca: antes que desvanecerse, todo vale.
Desvanecerse es lo peor y os pasa a todos, bien porque os quedáis sin gas u óleo, o porque vuestro mecanismo es defectuoso a priori.
La intensidad también tiene su papel en este tipo de prosa a pesar de que yo no sepa ubicarla. La intensidad es escurridiza.
La intensidad no sabe de autocontrol.
Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay ya hueco para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.
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