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Digital.

Tengo dos tobillos, los dos se han roto incontables veces. El suelo ofrece estabilidad. Lo único decente de tener residencia fija en el fondo de todos los pozos existentes es que, al menos, no se te puede hundir más. De momento. Tengo dos ojos, que se abren cuando te vas y se cierran cuando estás. Me gusta sentir calor en las mejillas aunque mi anemia no me lo permita. Me gusta dormir sobre almohadas más rígidas que tus costillas aunque esté determinada a morir entre ellas. Tengo dos caderas, que sueñan con adaptarse a tu espalda, a las incisiones en el éter que deforma sus curvas. Empecé a bailar hace poco. Ya sabes por qué. Y con Leonard Cohen bailo mejor. Tengo dos manos, feas, diminutas, imprecisas y débiles. Y para ellas todo es arena y todo se escapa. Oídos tengo tres, pero solo los uso a la vez para escucharte cantar. Muñecas de cristal, pies de mantequilla, labios cortados, muslos cortados, brazos...

Índigo

Estamos igual de podridos, pero el destrozo es bonito. Te pegas como la sarna, como los chicles y los dejes, actúas como disolvente a conveniencia, evitando riesgos y rasguños cuando a mí, no lo evito, me gusta mancharme, pisar sobre granito solo para descubrir el barro que te sostiene. Babel se vino abajo por ego y no por cimientos. Baila, baila, baila, baila sabiendo que nunca se te desordenarán las entrañas; lo que no se tiene no se rompe. Guíñame, estaré mirando a la luna solo para verte a ti.

Cristal

Me voy a querer ir. Pronto. Diluirme como el humo que te sale de los poros. Despiértate. Te estás ahogando. Despégate de la irritante ausencia de tu ruta. Antes de que se desaten los infiernos, conseguiré decirte que inspirar es tu fuerte, que si consigues también que el aire escape, dejarás de arder. Cantaré siempre las mismas canciones. Esperando que algo cambie. Sin que yo tenga que actuar como variable. Voy a juntar piezas de nuevo. Necesito que encajen. Siempre. Incluso cuando no quieren hacerlo. Tu pulmón izquierdo hace más ruido que tu corazón derecho que, avizor, espera la incesante caída de Sísifo. Como una lombriz que se retuerce de forma errática, condenada a solo saber parar cuando debe bailar. Tus sonidos ya no me curan.

I see darkness.

Veo morir a todo el mundo antes de tiempo. Después del primer apretón de manos -ese que lo determina todo-, ya estoy pensando en el color del que se tornará tu piel cuando la sangre no corra por debajo de ella. Y ahora que lo pienso, estar vivo no te sienta bien. Lidias mal con todo y le tienes pánico a la inestabilidad. Y yo te digo: no hay nada más estable que un foso; a no ser que vivas en Nueva Orleans que no es el caso y aquí tornados tampoco hay. Qué miedo cadáveres volando. Y más el tuyo. Mal augurio asegurado. Un día de estos tienes que confirmarme que te gustan las margaritas y los tulipanes. Que con ese aire de optimista elitista de mierda que llevas, seguro que son tus flores favoritas. La gente que se incinera me cae bien. Suficiente explotación laboral sufren los descomponedores primarios ya. Y la tierra no necesita más mierda, así que podría ser una buena opción en tu caso. Y las cenizas por e...

Cheers

Tus palabras hierven y se van como vapor, mientras tanto, yo sigo intentando cogerlas con las manos desnudas y ardiendo por el mero placer que reside en reproducirlas cuando ya ni tú creas en ellas. Considérame enemiga hasta que hagas un movimiento arriesgado, una nota, en lo aparente, vacía, pero que resuelve la tensión mejor que yo. También a ti te llegará el momento de decidir entre lo fácil y lo real. Yo voy a quedarme esperando un rato más, aunque no sé muy bien en qué lugar me deja eso.

Orquídea

No me brillan las luces, no importa cuánto las espere, la única pausa relevante es la que anticipa la carne rasgada, la lágrima pesada, la última llamada. Dicen que algo habita los mares, que acecha, que medita sobre las posibles formas de acabar con las esencias de las cosas, con destruir para crear, y que, cada vez que frota sus manos entre sí, un volcán en Hawaii le da la vuelta a la almohada. Hay algo bonito entre tus sábanas frías, en tu condena absolutista en la que, a la vez, eres poder y súbdito. Hay algo cancerígeno en tu forma de mirar. Hay cosas por decir que nadan y se ahogan, entre ron y Coca-Cola, que se disipan y diluyen como la hiel entre gotas de sangre. Quiero ser ponzoña y quiero ser antídoto, quiero vivir para siempre entre tus sienes, germinar y crecer hasta que se me pierdan las falanges entre basura galáctica y tu doble dosis de esperanza. Me reduzco y acabo siendo poesía en tiempos de guerra interna, como vinagre para el sediento q...

Melocotón

Todo el mundo sabe que estoy un poco muerta por dentro. Nací con un nombre raro, una enfermedad equivocada y con la cabeza muy grande en proporción con mi cuerpo. En el patio de mi guardería había una piscina que hacía esquina y que siempre estaba vacía, de agua porque al pasar de los quince grados se llenaba de lagartijas y no diré nombres, pero sé de alguien que conoces que ha digerido más de un reptil; el último día, recogí mi mochila -que era como un peluche de Garfield pero hueco como tú-, me fui al baño y tuve la suerte de perderme en una habitación con un piano enorme que no sabía tocar, pero si admirar, manchar y hacer sonar y bueno, casi estaba la policía en la puerta cuando me encontraron. Ese día hubo remolacha hervida para comer. Mi madre desempolvó su agenda para conseguirme una plaza en un colegio en el que la vida se me haría un poco más cuesta arriba de lo que espe...

Espalda.

Creo que he nacido para valorar la felicidad del prójimo, para admirar la lágrima que colma el vaso incluso cuando la sequía es consonante. ¿Dónde está Dios? Las orejas van a caérseme o las ojeras o eso de lo que ya no queda, ialma estúpida y escurridiza. ¿Cantaban uno o lo hacían dos? La noche es la constante, el suelo nunca se hunde después de comer, grillo y murciélago, borracho y sin sendero, amigo, esposo, compañero. ¿Oyes a Satán? Bailando sobre las cenizas de la luna, mi blanco es oscuro, se balancea entre balas, hace eses con las muelas. ¿Que sus pies rozan el cielo? Desde este sótano distingo, con angustioso delirio, la canción del verdugo, del amigo y del esbirro. ¿Saltó o la empujaron?

Beso

Hace una vida, quise ser Klimt, odiar a quienes insistían con prisa y sin pausa, intentando convencer a un público vacío de que la muerte es una coma, un coma inconcluso que te permite flotar para luego caer o volar según el veredicto de la única consciencia que debe reinar, juzgar y delegar, confiar en súbditos indómitos que no se dejan someter, que queman coronas o lo intentan para luego dejarse caer desde las nubes hasta en atardecer. Quemad mis obras en grados fahrenheit, del mismo modo que yo te quemo, que yo me quemo, huyendo del tiempo, levantándome siempre para acostarme de nuevo en el suelo. Los finales nunca son tragedia la tragedia se masca, se enrolla, se bifurca siempre en lo ideal y la realidad de la que eres preso aunque ni siquiera exista, aunque solo duela. Por eso el punto es benévolo, su concesión a un fin es la clemencia del verdugo, que con su afilado yugo completa la condena, el ...

Fácil vivir.

La desgracia se propaga por el agua a la misma velocidad de tu partida, se arremolina entre dagas que asesinas admiran a la lluvia caer antes de que empiece a llover. Esta guerra es un prólogo inconcluso una balada triste que amenaza con mantenerte recluso de los pecados que viste. Enviarán sus condolencias duques podridos, reyes mimados y ecos vacíos, me oiré buscarte aprentando puñados de arena solo para ver su recurrencia. Encontraré de todo menos el éxtasis. Muerte, luz y sombra, ira, paz y penumbra. Nada que no persigas, nada que no vivas. Nada que no sujete el gigante Atlas, que con ayuda de Axis, te permite negarme y aún así girarte, para verte marchar.

El odio a las Moiras.

Cede, duéleme, que no me sirves si no palpitas, que solo lloras cuando te marchitas. La felicidad solo conmueve cuando es la lágrima quien la porta, cuando toda puerta se cierra y la sonrisa, al acecho, descubre que todo es un juego y que en él, nada florece. Pues nacer es la meta, y vivir, el transcurso, solo se vuelve insulso si es sin tu impulso. Recuerda que el camino solo se hace largo, porque las huellas que persigues, son también tus huellas. Precede, desplázate, que si llueves no mojas, que si caes no te arrojas.

Esmeralda

Tus miedos son reales. Tus miedos son reales. Tus miedos son reales. Me torturo, siempre. En pasado, presente y futuro. No quiero decirte esto. No quiero decirte esto. No quiero decirte esto. Lates como el cáncer informando de que estás donde estás cuando toda cura se vuelve letal. Hablar es barato. Barato. Barato. Brillas por tu ausencia, eres un cuchillo que roza con su filo el ennegrecido hilo que te sostiene en vilo ante el profundo abismo que separa al que muere de lo vivido. Quiéreme. Quiéreme. Quiéreme bien. Te lo contaré todo cuando mis pestañas atraviesen, húmedas y frías, la fina tela del sudario que fallará en cumplir su por qué.

Treat

La sangre es el camino al alma a capa y espada, entre pared y daga, las rutas cambian y la luz se apaga. Un veredicto sin juicio, una sentencia sin esbirro, condénote al olvido y al yunque adormecido del poderoso suspiro que arrebata las esencias arraigadas en el ser. Se ciñe sobre él como una sombra camina a su lado en silencio, expectante siempre al cambio, al solsticio que sumergirá en un coma inconcluso a la inmaculada virtud de la astucia. Perdono y olvido, rezo y concluyo.

Quien bien te quiere.

Hay heridas en mí, hay lesiones en abismos recónditos, vienen de la nada, pues la nada son, y solo lloran cuando quiero oírlas, cuando las admito. Cansada de tus rebotes, varada en una playa sin agua capaz solo de observarte, concentrada, en tu afanosa tarea. Trozo a trozo vas cogiendo lo que quieres, lo que no quieres en mí, y en su lugar dejas que habite la acidez de la sal. Y mientras me agazapo, abrazando mis rodillas, en una esquina de la celda que tanto amas, una sonrisa de satisfacción se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.

Carta a Astaroth

Nada dura. Siento mucho tener que estar matándonos antes de tiempo, pero la paranoia gana y los equilibrios son muy inestables. Sígueme, te sacaré de esta nube. Con cada frase que nace de mí, necesito borrar dos y así me voy vaciando. Necesito el drenaje más que el licor. Ya no ardes lo suficiente, ya no quemas sin aliciente. Mi piel es fina, mis brazos son débiles, mi pelo es frágil, pero mis rodillas, a raíz de caer una y otra vez, son más fuertes que tu ego. ¿Qué esperabas de mí? Es un domingo triste. Para Vincent, la tristeza nunca llegó a acabarse. Para mí, todo acaba. Tú también.