Ir al contenido principal

Opio para el pueblo.

Desde que no duermo tengo demasiado tiempo para todo.
Demasiado tiempo para mirar al techo, demasiado tiempo para analizar cosas que están muy arraigadas en el pasado, demasiado tiempo para quejarme, demasiado tiempo para que me ardan los ojos a cada pestañeo y demasiado tiempo para beber vino.
La paradoja está en que todo lo que hago, lo hago a medias y ya sabéis lo mucho que el maestro Yoda detesta las medias tintas.
Volviendo a lo del vino, el otro día me bebí una copa tan despacio que para cuando terminé, estaba completa e irrevocablemente ebria. Lo que es la psique. Y lo que es hacer que te esperen mientras estás dos horas dando pequeños sorbitos y hablando del existencialismo sartriano. Qué kafkiano.
Me encanta divagar. Y más aún, me apasiona divagar en alto. Lo que pasa es que siempre que lo hago, siento la ceja izquierda de mi madre arqueándose al final del pasillo. A veces se inmiscuye en mis asuntos y -si no lo sabíais os lo cuento- no soporto que me interrumpan cuando hablo conmigo. En especial cuando son las tres de la mañana y solo sé llorar cual neonato.
Creo que no he superado mi infancia y Freud también lo cree. Aunque darme al etanol se me da muy bien. Como liar cigarrillos a la vez que veo mi existencia sumirse por un desagüe imaginario en dirección al Tártaro.
Supongo que estas cosas pasan. A mí me pasan.
Un café me sentaría bien. ¿Has hecho café?

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Quién?

Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú  sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay  ya hueco  para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado  de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras  con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.

Hecatombe.

Y como todo lo que se ama, solo podía alejarme de ella. Aunque lo cierto es que es complejo, complicado, alejarse de uno mismo. Pues soy la brisa de aire fresco, que desata sus carcajadas tristes. Sé que si intento sacarla de mí, solo voy a conseguir perderme. Sé que si dejo de necesitarla, nunca jamás volveré a encontrarme. De ella, derivo yo. Ella oniria, yo insomnia. Sin -mi- vida, muero, sin -mi- luz, perezco.

Blindsided.

Febril. Nitrógeno. No quiero saber nada. Cuando éramos críos y la vida empezó nunca hubiera supuesto que la caída sería el trayecto. Obtuso. Hecatombe. La ignorancia es premisa. Guíate por pretéritos, predetermínanos al averno. Pues siempre hay un abismo más pronunciado que sobre el que te balanceas, siempre devolviéndote la mirada, siempre rozando el casi. Ruin. Suelo. Sería la más feliz si te quedases para el té. Deja que escuche lo que no quieres decir, deja que asuma mi plata en el podio, deja que me deje. Aromático. Ruido. No quiero hablarte más. Las gotas suenan y las gotas caen. Y no me mientas que yo al fin sé que el agua en la luna no hace ruido. Cortinas.