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FHSS

Ser una buena actriz es algo bastante útil. Ser bonita también lo es. Si eres actriz y la más bonita del mundo, a la vez que mereces un Nobel y un par de galardones sociales, mejor y peor.

Protagonizar las primeras escenas sexuales en el mundillo del cine es de esas cosas que deberías poner en el currículum, aunque nunca sabes exactamente en qué parte; nunca debajo de lo de: "encarné el primer orgasmo femenino del séptimo arte". A ver si se van a pensar lo que no es.

Situarlo debajo de ciertos hallazgos científicos de mediados del siglo pasado -que estás utilizando ahora mismo- puede quedar un tanto pedante; sin embargo, lo de descubrir los espectros ensanchados por saltos de frecuencia y cumplir los dictámenes de Tesla, es algo que debería destacarse de alguna manera.

En vez de currículum, mejor hago autobiografía.
Aunque publicar mis cosas bajo el nombre del colega este, nunca más; pero entendedlo, el hombre blanco debía saber lo que yo sabía. Luego una quiere reconocimientos y son difíciles de conseguir.
Hablando de hombres blancos, nunca os caséis con un nazi. Son aburridos en la cama y tienes que acabar drogando al servicio para poder irte del continente en un barco en el que a duras penas cabes.

Cualquier mujer puede ser glamurosa, lo único que tiene que hacer es quedarse quieta y parecer estúpida.

Hedy Lamarr, el orgasmo del cine que inventó el wifi.
Y el bluetooth.

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¿Quién?

Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú  sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay  ya hueco  para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado  de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras  con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.

Hecatombe.

Y como todo lo que se ama, solo podía alejarme de ella. Aunque lo cierto es que es complejo, complicado, alejarse de uno mismo. Pues soy la brisa de aire fresco, que desata sus carcajadas tristes. Sé que si intento sacarla de mí, solo voy a conseguir perderme. Sé que si dejo de necesitarla, nunca jamás volveré a encontrarme. De ella, derivo yo. Ella oniria, yo insomnia. Sin -mi- vida, muero, sin -mi- luz, perezco.

Quien bien te quiere.

Hay heridas en mí, hay lesiones en abismos recónditos, vienen de la nada, pues la nada son, y solo lloran cuando quiero oírlas, cuando las admito. Cansada de tus rebotes, varada en una playa sin agua capaz solo de observarte, concentrada, en tu afanosa tarea. Trozo a trozo vas cogiendo lo que quieres, lo que no quieres en mí, y en su lugar dejas que habite la acidez de la sal. Y mientras me agazapo, abrazando mis rodillas, en una esquina de la celda que tanto amas, una sonrisa de satisfacción se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.