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Crisol.

La edad
penetró en tus huesos
antes de lo que debía,
con más consecuencias,
con menos desdichas
sin saber
y sin conocer
el placer
de dejarse ser.

Cruce de caminos,
carreteras solitarias,
aires del norte
y pétalos al viento,
con cada paso que das
vas perdiendo el aliento.

Tiene que ser agotador,
seguir el ritmo de quien desgarra su propio color,
de quien no ama
por miedo a ser amado,
del que rehúye la mirada sincera
en pos de la cómoda,
oscura
y fría tranquilidad de lo que conocen estos ojos que no están dispuestos a ver.

Siempre solías decirme,
que no hay muerte más grande
que mantenerse vivo con el agua al cuello,
cansado,
quemado por el sol
porque hundirse es terrorífico,
pero la belleza, y el impulso,
habitan también debajo de estas aguas.

Ojalá los años hubiesen llegado de otra manera,
ojala tus huesos siguiesen sonando graves,
lentos,
como el fuego crepitante del que con tanta calma te alejas.
Cuidado con el temporal,
porque si tuviese que morir dos veces,
sé que el hielo
también es poderoso.
Y bastaría,
contigo sería suficiente.

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