Ir al contenido principal

Singularidad.

He sangrado en este suelo.
He sangrado en este suelo.

He sido cuchillo,
cristal
y tijeras
pero también gasa, 
tintura de iodo
y punto de aproximación.

Para ti todas las flores,
las mullidas y las que crujen
cuando 
sin hacer mucho ruido
te dejas caer de espaldas
justo donde no debes. 

Más veces de las que recuerdo
me he obligado a interponerme
entre tú
y el lacerante filo que te separa de saber lo que no quieres oír.

Te he curado en esta cama.
Te he curado en esta cama.

Con media veintena de años
deduje que era un volcán,
de los que explotan por todas partes
desdibujando lo que es en sí,
eliminando todo rastro de vida circundante.

Es como trazar una línea tosiendo,
partes de mí han vuelto
y otras se tuercen
decididas a abandonar esta tangente
que solo conduce a tu fuerte
vacío,
solitario.
Inerte.

Ojalá pudieras verte
como yo te veo,
como tú te sientes
cada vez que tus párpados abandonan
esta órbita estupefaciente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Quién?

Suenan, no las ves. Hace tiempo que se fueron a sitios con más gente, con más luz, con más. ¿Es esto vivir? Ver a otros avanzar mientras tú  sigues siendo la red que espera para salvar, de fatídico golpe mortal, la nuca de quien solía acunarte. Ya no te miran, ya no te ven, escurridizas son sus mentes cuando se escudan en su nuevo lugar, donde no hay  ya hueco  para nadie más. Y tú, no has dejado de ser quien siempre acude al llamado  de quien necesita aire, calor, amor, odio, dolor, sabor. Quizá debas buscar tú también, un pequeño rincón donde todo funcione. Donde no hagan falta calzadores ni imperdibles. –Quizá deba crearlo, utilizaros a todos como combustible, veros arder por una vez desde el otro lado mientras  con mi jaula ignífuga me deshago de todo resto de humanidad que algún día me hizo madre, mujer y amiga–.

Hecatombe.

Y como todo lo que se ama, solo podía alejarme de ella. Aunque lo cierto es que es complejo, complicado, alejarse de uno mismo. Pues soy la brisa de aire fresco, que desata sus carcajadas tristes. Sé que si intento sacarla de mí, solo voy a conseguir perderme. Sé que si dejo de necesitarla, nunca jamás volveré a encontrarme. De ella, derivo yo. Ella oniria, yo insomnia. Sin -mi- vida, muero, sin -mi- luz, perezco.

Quien bien te quiere.

Hay heridas en mí, hay lesiones en abismos recónditos, vienen de la nada, pues la nada son, y solo lloran cuando quiero oírlas, cuando las admito. Cansada de tus rebotes, varada en una playa sin agua capaz solo de observarte, concentrada, en tu afanosa tarea. Trozo a trozo vas cogiendo lo que quieres, lo que no quieres en mí, y en su lugar dejas que habite la acidez de la sal. Y mientras me agazapo, abrazando mis rodillas, en una esquina de la celda que tanto amas, una sonrisa de satisfacción se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.