La sangre es el camino al alma
a capa y espada,
entre pared y daga,
las rutas cambian y la luz se apaga.
Un veredicto sin juicio,
una sentencia sin esbirro,
condénote al olvido
y al yunque adormecido
del poderoso suspiro
que arrebata las esencias arraigadas en el ser.
Se ciñe sobre él como una sombra
camina a su lado en silencio,
expectante siempre al cambio,
al solsticio
que sumergirá en un coma inconcluso
a la inmaculada virtud de la astucia.
Perdono y olvido,
rezo y concluyo.
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