Hay heridas en mí,
hay lesiones en abismos recónditos,
vienen de la nada,
pues la nada son,
y solo lloran cuando quiero oírlas,
cuando las admito.
Cansada de tus rebotes,
varada en una playa sin agua
capaz solo de observarte,
concentrada,
en tu afanosa tarea.
Trozo a trozo
vas cogiendo lo que quieres,
lo que no quieres en mí,
y en su lugar
dejas que habite la acidez de la sal.
Y mientras me agazapo,
abrazando mis rodillas,
en una esquina de la celda que tanto amas,
una sonrisa de satisfacción
se atreve a delatarte desde detrás de tu máscara.
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