Me torturo a mí misma de muchas maneras. A ti pues harina del mismo costal, pero no te das cuenta. Nunca. De nada.
Eres como el leño de la señora de Twin Peaks solo que tú tienes codos y hablas un poquito más que él. El problema es que dices muy pocas cosas y conmigo es sustancia o nada.
La calma es para los malos.
Decidir es limitarse -aunque tú eso lo sabes mejor que yo-, definirse también y a eso vengo: a cuestionarme qué me define y por qué.
¿Qué permito que sea determinante?
Porque si una cosa está clara es que, por desgracia, mis preferencias en lo que a bebidas espirituosas respecta, no son un detalle muy descriptivo (vino).
Yo esta noche quería dormirme tempranito y mira lo que me haces hacer.
¿Qué de todo lo que soy es algo mío?
¿Qué he absorbido tanto que se parece a mí?
¿Cuántas capas tiene mi cebolla interna y cuántas están contaminadas?
Quiero borrar mi vida toda y hacerme experimento social y encontrar respuestas para preguntas que, de ser así, no me habría planteado.
Digo yo que esto de saber cosas inútiles e inaplicables a tus problemas circunstanciales intransferibles será transmutable. Como con un tique regalo.
En las matemáticas de dentro de mi cabeza, las cosas funcionan así pero con signo negativo.
Quiero mis tres deseos y dormir bien por las noches.
Quiero querer.
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