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Between the bars

Sueño con morirme desde que tenía 13 años.
No confío en nadie que no contemple su propia insignificancia existencial más de dos veces al día. O a la noche.

Sueño con saber lo que sé sin acarrear las consecuencias que conviven con ello, pero sácame de casa esta noche, que lo llevo mal y voy a fingir agradecérselo todo a ese mechero amarillo tuyo.

Sueño con empezar de nuevo, ya sea en la inexistencia o con una identidad falsa y una cara nueva. O con otra esencia. Puede que hasta siendo una de esas personas felices y funcionales que tienen buen humor por la mañana y van a una clase de pilates para descargar tensiones. De las que escuchan música alegre y bailan swing. De las que dices odiar pero que la praxis te refuta.

Sueño con las cosas que podrías hacer, que no harás, pero que podrías.
Sueño conmigo siendo y no estando.
Sueño con la mecha sin incendio.
Sueño con la pólvora sin explosión.
Sueño contigo sin traición.
Sueño con vidas paralelas.
Sueño con que suenes.
Sueño con vivir.
Sueño.

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¿Es tan diferente?  De una prisión sin barrotes la vida en cursiva sin distracción posible ante el azote del deber, del seguir. Sentencia sin término  y luz sin incendio este fuego quema,  invisible y sin llamas efímero y enfermo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed.  La redención del inocente que patada tras patada, escondido llora sin prisa, sin demora. Nunca escapará tu voz de este estruendo la mía te sigue sin mirar atrás hacia la elegía de nuestro duelo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed. 

Legión

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