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Epitafio.

¿Será esto morirse? 
¿Una mirada nublada constante,
un encapsulamiento de los ojos?
¿Lágrimas que flotan sin llegar a caerse?

Quiero pensar 
que el aliento se acaba,
cansado,
de no conseguir lo que ansiaba,
de esperar
por quien no se deja amar.

Desauciados los lamentos
que cordiales te saludan
desde los bordes
de mi propio tormento.

No me mires,
no te quedes,
no respires
y no regreses.

Pues la traición 
no se perdona
en el mundo 
donde el alma mora
sin llegar nunca
a rozar el núcleo
de lo que no se perdona.

Quiérete en pretérito
pues lo que te augura el futuro
es dolor,
pies fríos
y arsénico.

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