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Balada rota en sí menor.

Hoy me hablaste sobre tormentas
sobre la energía que acumulan los rayos,
los truenos que se lamentan
de la luz que no les queda.

Todo el mundo sabe que los buenos siempre pierden,
¿tendrán los dados preferencias en una guerra en la que todos mienten?

La batalla vencida que solo él vaticina,
el campo de cultivo idóneo
para el fuego que calcina
hasta el último cedro.

Relámpago.

¡Venido del cielo!
Quién se iba a imaginar lo que necesitaba este cuerpo
pálido,
que muerde,
repelido por el musgo que lo rodea,
perdido en un mundo
en el que nadie le espera.

Una furtiva lágrima decidió caer de su mejilla,
y antes de alcanzar su clavícula,
una áspid decidio titubear
y descansar sobre la yugular
de quien no conoce más que sonido que el gritar.
Cuando quiso darse cuenta, 
Dante se había desatado en aquella selva,
no había espacio en el aire,
las gotas hacían cascada.
Y las llamas llegaron más pronto que tarde
intentaron llevárselo todo,
pero 
al final,
las cenizas también cuentan una historia.

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