Emites una energía
que no te corresponde.
Solo lo putrefacto
se adapta
a las acciones que cometes,
a los discursos que ni tú entiendes.
Se sacrifica mucho para conocerte,
se sacrifica aun más para mantenerte a flote.
Un cuerpo,
convertido sin remedio en un respiradero
para quien no merece oxígeno
y se regocija después
con gota tras gota
del mismo veneno.
Y aquí estoy,
sola y boca abajo en una caja de madera,
con todo dicho y hecho,
con tus ojos vacíos clavándose en mi nuca,
y tus palabras huecas inundándolo todo
hasta derribar hasta el último diente de león
de este, mi lecho.
Que dios me bendiga con todos tus defectos,
frialdad, egoísmo, deslealtad y despecho.
No saldremos de la vida siendo personas,
no llegaremos a la muerte
a no ser que seamos tan estériles,
tan inhóspitos
como tú.
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