Cuatro meses es lo que tarda mi respeto en escaparse de entre tus dedos. ¿Poder? Nunca lo has tenido. ¿Paz? Otra cosa que sigues buscando. Te diluyes más rápido que pronto en la misma esquina de la calle que separa mi espalda de tu –ya muerta– risa. Como Baudelaire y Borges dos bordes igual de afilados dando respuestas bajo el mismo sol nublado. Regocíjate entre espinas y hollín, siempre será más mullida una cama caliente, la ocupe quien la ocupe que la remota opción de aceptar a tu yo, a tu ente, vacío y ruin. ¡Agua para el sediento y compañía para el muerto! Malditos los límites de tu alma, la misma que cortante rechaza al cuerpo que amenazas. Que se alivien tus huesos, justo por debajo de la gruesa capa de piel de la que haces gala, no volveré a mirar hacia el abismo yermo que nunca se digna a dar cobijo al enfermo.
Hombre lobo hombre.