De verdad lo espero,
por vuestro bien,
que no sea cierto.
Que todo lo que tengáis que decir,
lo digáis en vida,
porque lo que se oculta
se parece más a las piedras
que el aire que siempre diluye tus dictámenes.
Es aquí donde empieza el verdadero infierno,
ante los ojos llorosos de Homero y Virgilio
contemplando a su creación juzgar
y viendo a Cleopatra caer sobre sus rodillas
mientras la sangre de Cavafis
se desliza por sus costillas.
La sed de venganza no es un pecado,
no perdonar es un derecho.
He tomado la decisión,
deja ahora que la lección se imparta.
Sus dientes solo miden unos pocos centímetros,
y tu carne es tierna,
podrás soportarlo,
entre sangre y fango.
Dime por qué me miras,
por qué arrastras tanto oro como si fuera basura
cuando lo único sin valor alguno
eres tú.
Te prometo que entre giros y furias,
entre fosas y círculos,
me veréis arder
y arderéis conmigo,
solo para descender al noveno hielo
que corroe el alma.
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