Mi aliento quema
como la ira del volcán.
El ruiseñor acude
a la llamada de las ramas,
mientras la vida irrumpe
rompiendo las cáscaras.
(Cielo, cielo,
dime por qué lloras.
Cielo, cielo,
dime por qué lloras).
Mis ojos fluyen
como frías cascadas.
Ese día
me pediste mi muñeca
y me la devolviste
meses después,
como nueva,
pero sin alma.
(Fuego, fuego,
dime por qué la quemas.
Fuego, fuego,
dime por qué no arde).
Mi aliento quema
como la ira del volcán.
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