Uno de mis mayores problemas con la vida adulta -y no tan adulta- es que todo va demasiado rápido.
No te recuperas del primer golpe y ya está todo en el octavo.
666.
Pero lo peor es otra cosa.
La velocidad solo genera más velocidad, como tu violencia y mis arañazos.
Pienso más rápido de lo que puedo -o podré nunca- procesarme.
El vórtice en el que me sumerjo, me lleva consigo.
Pienso tan rápido que vivo las cosas antes de decirlas. Nadie puede vocalizar tan rápido.
O articular un sonido que signifique algo más que todo lo que nos cuentas.
Y ya lo he probado todo. Pero nada realentiza esto. Ni las benzodiacepinas, ni lo ilegal, ni los cobatas que te haces, ni los chupitos que me debes.
Nada sustituye esto.
Nada te sustituye a ti.
Todo es mentira.
Todo te grita.
Algunas cosas no tienen solución.
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