De pequeña me gustaba imaginar que controlaba el viento. Soplando más o menos fuerte para que este lo hiciese de igual manera. Me gustaba creerme que todo saldría bien. Que le daría a mi madre lo que mi padre no pudo darle: felicidad y una casa bonita. Siempre he querido que todo el mundo fuese feliz, que cuando llegases a casa te esperase siempre tu comida favorita en la mesa y que, cuando menos te lo imaginaras, tu libro favorito acabase de la forma que tú quieres. Pero las cosas no funcionan así. Por mucho que lo intente, la violencia impera. Confío en todo el mundo de manera predeterminada y tengo un don que me dice qué carencias tienen las personas y otro que me explica cómo cubrirlas. Ojalá supiese hacer lo mismo conmigo. Ojalá no haber tomado esa cerveza abierta que me ofrecisteis. Ojalá no recuerde nunca lo que pasó después. Porque todo el rato es el yo el que se queda por detrás, total, ya tendré tiempo para mí misma en la tumba. O en la urna. Mis amigos dicen que se me da bie...
Hombre lobo hombre.