Cede,
duéleme,
que no me sirves si no palpitas,
que solo lloras cuando te marchitas.
La felicidad solo conmueve
cuando es la lágrima quien la porta,
cuando toda puerta se cierra
y la sonrisa, al acecho,
descubre que todo es un juego
y que en él,
nada florece.
Pues nacer es la meta,
y vivir,
el transcurso,
solo se vuelve insulso si es sin tu impulso.
Recuerda que el camino solo se hace largo,
porque las huellas que persigues,
son también tus huellas.
Precede,
desplázate,
que si llueves no mojas,
que si caes no te arrojas.
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