Ir al contenido principal

Veinte años.

Te cubres las espaldas.

Todo es un juego para ti. 


Primero te acercaste un poquito a mí,

me tentaste sin querer

cogiéndome estas manos

llenas de heridas,

mordiscos

y caídas.


Cuando me quise dar cuenta

estabas al lado de mi núcleo

volcánico,

emergente.

Regías el reino en el que todo miente.


Y sin querer,

sin saber,

te dejé pasar. 

Te ofrecí una taza de té,

unas galletas

y todo mi poder,

en plata,

en bandeja.


Cuando empezaste a apretarme,

no quise ver las señales de mi propia hipoxia.

Vi amor en el dolor,

y virtud en el sufrir,

fui mártir y ruiseñor,

sacaba el elixir de la vida de mi propia sangre

y te cocinaba tu comida favorita cada vez,

la tortilla poco hecha,

la carne al punto,

el alma en llamas

y el pecado en la pupila 

que intransigente

dominó

todos mis nudillos,

hasta la última salida.


Posesión infernal

de la voluntad para ser.

Estás acurrucado en una esquina,

dentro de mí,

protegido de todo lo que se calcina.

Ceniza de pies a cabeza,

como escudo ineludible

ante magma,

lava

y el incendio inconcluso 

que primero te hipnotizó

y luego te espantó.


Ganaste más espacio del que yo misma tenía

y el que un día fue tu rincón

pasó a ser mi habitación.


Me gustaba verte conducir,

apretando mi muslo izquierdo

-el único que tocas-

mientras subías cuesta tras cuesta,

de mi útero

a mi clavícula

y de ahí

a mi cabeza

como una nube perdida entre niebla,

vino para el roto

y agua para el sediento.


Empecé a tenerte miedo aquel sábado

cuando por primera vez me dejé verte,

cuando te vi en todas las bocacalles,

en todos los cruces de esta ciudad maldita.


Busqué

desesperada

un resquicio de mí que se definiese sin ti

el pánico de volver con las manos vacías

desintegró hasta ese disco de los Cure,

a Jeff Buckley

y al subsuelo aterciopelado

que solía ser tu cama.


Me dijiste que el libro del querer

era largo y aburrido,

un tostón que nadie podía levantar,

que estaba lleno de hechos, cifras

e instrucciones para bailar

que en cada capítulo te avisaba

de que el amor que ya ha pasado

no se debe

recordar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Ego sum mors.

¿Es tan diferente?  De una prisión sin barrotes la vida en cursiva sin distracción posible ante el azote del deber, del seguir. Sentencia sin término  y luz sin incendio este fuego quema,  invisible y sin llamas efímero y enfermo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed.  La redención del inocente que patada tras patada, escondido llora sin prisa, sin demora. Nunca escapará tu voz de este estruendo la mía te sigue sin mirar atrás hacia la elegía de nuestro duelo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed. 

Legión

Nadie navega por la calma del otro, del movimiento nacen las tormentas, estremecimiento irresistible de la misma tierra que domina tus pasos. Ego sum bellum! Nadie sabe a lo que se enfrenta, y sin más, emprenden cálidas idas que terminan en gélidas venidas. Ego sum bellum! Nadie puede verte subir si su propio ascenso  es la neblina misma que cubre sus ojos. Ego sum bellum! Nadie desafía a la misma muerte que robará de tus labios tibio suspiro, término de una vida fatal. Ego sum bellum!  Porque mis células, ya no están en tus células. Y tus dedos nunca han tocado mi sed.

Pólvora y traición.

Si es que, por más que intente evitarlo, la cosa va de dagas. Llevo demasiado abrazándome y ya sabéis que contenerse es siempre un error. Pero de todas formas equivocarme es lo único que sé hacer. Se dice "painting" porque arrancarse trocitos de alma y dejarlos pegados en tela o papel duele más que tú alejándote. Y eso que cada vez tardas más en volver. Aunque luego, siempre acabas trepando por mis trenzas y te encargas de aclimatar mi atmósfera. Supongo que todo ese sufrir adquiere sentido. Cáptame por partes, como a un hematoma que ya amarillea, pero no te sulfures que tampoco quiero verte arder. Te digo que estoy perdiendo el sur. Y crear también es una pésima idea porque creo que ya no sé. Solo sé retorcer palabras hasta que, sin ánimo de evitarlo, consigo que lo digan todo sin que tú te enteres. Ojalá supieras quién eres. Ojalá supiera quién soy. ¿Te imaginas encontrarte entre el mar de nubes? Imagínatelo también por mí. Puede que esta noche te deje ir.