No suelo ver las cosas. Me gusta ocultármelas, sorprenderme con todo lo que duele porque de improvisto hace más daño.
Son temas arduos y situaciones complicadas las que hoy nos inundan, pero hay que girar el tablero.
Me gusta pensar que en otra vida solía cuidar plantas, por cómo te cuido a ti y por todas las espinas que me devuelves.
Aprender a regarme a mí misma es mi objetivo en esto e irme esculpiendo a través de las sequías es la única recompensa que debería buscar.
También te lo digo, ojalá no exista la reencarnación porque estás jodido, con una sola mirada, Platón te diría que no llegas ni a mujer.
Más o menos cada dos meses, sueño con una ciudad que yo misma me he inventado. Tiene 3 calles muy separadas entre sí por un espacio en blanco.
No creo que la conozcas porque nunca has estado en ningún laberinto que tú mismo no hayas creado, pero si alguna vez la visitas, no le mires a los ojos a las estatuas porque son reflejos de mí misma y te guardan siempre detrás de las pupilas y no creo que soporten proyectarte sin resquebrajarse.
No quiero nada más roto.
Déjame las canciones y vete. Me convenceré de que son agua.
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