Intento no mirar las hojas caídas, al fin y al cabo, el árbol solo estará desnudo 60 días. Y sus noches. Senderos poco transitados y el viento que no perdona, acompañan a los pulsos que insufribles nos asolan. Rítmico y constante de vis a vis, a milímetros de distancia de lo que hay debajo del suelo. Brotan de mí las esporas que nunca te llegan, engañosas y dispersas, se adhieren a tus piernas que impasibles avanzan siempre en la dirección errónea haciéndome retroceder aún más hacia el núcleo de lo que nunca me perdona. La parte dentro de mí que se dedica a amar está cansada, oxidada y casi seguro caduca. Espero que llueva pronto.
Hombre lobo hombre.