Mi mera existencia es una involución para la especie.
Soy el sujeto débil del que habla Darwin.
Si os hablase de mi suerte, la pasión de Juana de Arco os parecería cosa de niños; siempre me caigo y cada vez peor.
La irregularidad de los terrenos por los que me muevo me está dejando sin pies y los suelos solo los siento con la cara.
Siempre me topo con lo que no quiero ver.
Delante de mis narices, pasando desapercibido e inequívoco, trazándose sobre la única trayectoria en la que no se me ocurrió pensar.
Las tangentes se me dan mal así que de nuevo, siempre me escapo mal.
Condenada, como Ícaro, a quemarme como fin.
A subir para bajar.
Y, del mismo modo que la lluvia fue creada para caer,
tú has nacido para matarme,
y yo para morir.
Quizá ella conduzca.
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