Nunca paro de pensar. Mi mente es un vórtice, una convergencia de veneno que yo misma me inyecto sin saber parar.
A mil por minuto y sin líquido de frenos.
En ti casi siempre pienso.
Y entre lágrimas y truenos, veo cómo se te traga tu propia estrategia. Y no te gusta irte a pique.
No recuerdo la última vez que dormí bien.
Me amenazas por las noches con hacer lo que siempre haces, como si fuera la primera vez.
Es inútil la espera,
es cobarde,
es incierta.
Hay algo que se esconde detrás de ti, y con un silencio sepulcral, se ciñe a tu espalda arrancándote la piel del cuello a mordiscos.
Oscura y firme se desplaza la ternura del olvido.
Accede a mí, a través de cera y vino.
Elige siempre el menos transitado,
no sigas las huellas torturadas de otros huracanes.
Camina, caminas, camino.
Destrucción del sentido,
hacia abajo,
a besos.
Y conmigo.
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