Hay que saber controlarse y hay que saber tocar el aura sin rozar la mecha.
Lo cierto es que es aburrido no quemarse, pues el fuego tiene más facetas de las que él mismo está dispuesto a admitir y ninguna de ellas crea sin la destrucción como premisa.
Pero a mí, o me condicionas o nada.
No os riais, que en la praxis todos lo estáis
El calor es una función importante y la luz es la variable por excelencia, siempre y cuando el arder no entre en la ecuación.
Aunque, siéndoos franca: antes que desvanecerse, todo vale.
Desvanecerse es lo peor y os pasa a todos, bien porque os quedáis sin gas u óleo, o porque vuestro mecanismo es defectuoso a priori.
La intensidad también tiene su papel en este tipo de prosa a pesar de que yo no sepa ubicarla. La intensidad es escurridiza.
La intensidad no sabe de autocontrol.
Nadie navega por la calma del otro, del movimiento nacen las tormentas, estremecimiento irresistible de la misma tierra que domina tus pasos. Ego sum bellum! Nadie sabe a lo que se enfrenta, y sin más, emprenden cálidas idas que terminan en gélidas venidas. Ego sum bellum! Nadie puede verte subir si su propio ascenso es la neblina misma que cubre sus ojos. Ego sum bellum! Nadie desafía a la misma muerte que robará de tus labios tibio suspiro, término de una vida fatal. Ego sum bellum! Porque mis células, ya no están en tus células. Y tus dedos nunca han tocado mi sed.
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