Siempre había sido sombría, un contraluz interesante.
Pero ahora era algo más. Oscura. Tenebrosa. Afilada.
Un trauma es una herida abierta que se subestima.
Una aceptada cicatriz que no existe.
No duele, solo paraliza; secreta su propia ponzoña.
Directa a la sangre.
Más sigilosa que la muestra más pura de arsénico.
Más inherente a la raza humana que el propio odio.
¿Es tan diferente? De una prisión sin barrotes la vida en cursiva sin distracción posible ante el azote del deber, del seguir. Sentencia sin término y luz sin incendio este fuego quema, invisible y sin llamas efímero y enfermo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed. La redención del inocente que patada tras patada, escondido llora sin prisa, sin demora. Nunca escapará tu voz de este estruendo la mía te sigue sin mirar atrás hacia la elegía de nuestro duelo. No me quisiste al principio, yo tampoco al final pero el tiempo nos maldijo y no fuimos quien de olvidar el susurro mortal de tu piel contra mi sed.
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