Siempre había sido sombría, un contraluz interesante.
Pero ahora era algo más. Oscura. Tenebrosa. Afilada.
Un trauma es una herida abierta que se subestima.
Una aceptada cicatriz que no existe.
No duele, solo paraliza; secreta su propia ponzoña.
Directa a la sangre.
Más sigilosa que la muestra más pura de arsénico.
Más inherente a la raza humana que el propio odio.
Nadie navega por la calma del otro, del movimiento nacen las tormentas, estremecimiento irresistible de la misma tierra que domina tus pasos. Ego sum bellum! Nadie sabe a lo que se enfrenta, y sin más, emprenden cálidas idas que terminan en gélidas venidas. Ego sum bellum! Nadie puede verte subir si su propio ascenso es la neblina misma que cubre sus ojos. Ego sum bellum! Nadie desafía a la misma muerte que robará de tus labios tibio suspiro, término de una vida fatal. Ego sum bellum! Porque mis células, ya no están en tus células. Y tus dedos nunca han tocado mi sed.
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