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Hiedra.

Vete más despacio,

a penas amanece y ya estás corriendo

en pos de cosas que nadie puede alcanzar.

Perfección, paz, inconsciencia y despertar.


Lo di todo porque te sintieras querida,

porque todo este amor fuese capaz de ponerle fin a tu ira, 

pero cual diente de león

te aferraste a este suelo

decidido a ser plaga, virus y desasosiego;

víctima violenta de un destino devorado.

Pero como toda flor,

olvidaste que marchitarse forma parte del proceso

que desaparecer 

ahora es tónica inevitable

en un lugar

donde ya no quedan ni abejas, ni agua que beber.


Te asusta el lugar que se esconde entre lo vivo y lo muerto

y te escondes en las esquinas de aquella cama donde yo solía sangrar,

tú 

y ese algo

ese algo que se oculta dentro de todos,

escurridizo, sediento, oscuro,

decidido a no dejar carne ni hueso

para que lo que siempre sufre, no tenga escapatoria,

en bucle, en este purgatorio de almas sin memoria.


Vivir es tumultuoso, 

caótico,

tu mundo se derrumba cual torre de Jenga cada vez que mueves la más ínfima pieza,

tú solías ser varios pisos de la mía,

por eso ya no me sostengo.







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