Muchas naves espaciales
tienden a arremolinarse alrededor de lo que no deben
tapan soles, estrellas y luces
que se proyectan sobre lo único que es cierto,
nublando así todo lo que crees saber,
todo lo que llena tu boca cargada de plomo lacerante,
tóxico,
con trazas de lo que nunca te has atrevido ni a admitir, ni a pensar.
Nuestra historia se escribe con traición y pólvora,
en perspectiva equiparable
desinteresada por mi parte
y auto flagelante por lanzarme
al abismo que no mira,
solo vacía
al oyente que lo escruta.
Quisiera contarte que la vida son puñales
pero tú ya no quieres que me escuchen
porque tu narrativa cubre a mi poesía,
es más fácil, más sencilla,
más directa y más precisa.
Pero mis ojos de cristal no están dispuestos a dejar de ver,
ni tu espalda lo está ante la tónica que te has impuesto de dejar de mirar,
ni correr ni andar te alejarán del núcleo al que perteneces
ese que está por debajo del suelo
sobre el que te precipitas cada 168 horas.
No hay sustitutivos para lo auténtico, ni para las caricias,
ni para los muertos, ni para la cicuta,
por mucho que el robot que te hace sombra me siga mirando por encima del hombro,
todo lo que de verdad es, espera
y mide 10 kilómetros de altura
y vendrá cuando los astros correctos estén en la posición exacta.
para dinamitar tu rebuscada prosa inverosímil.
Hasta los números mienten cuando los escribe tu mano,
pero te sigo deseando las mejores noches,
en cursiva,
aunque no duren tanto como antes,
aunque sigas siendo demasiado joven,
o demasiado mayor.
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