Quizá la cordura no sea lo que parece.
Quizá seas tú el que cede
a la presión que ya solo quita
y no concede.
Las condicionales ayudan hasta cierto punto. Un punto inviable y volátil. Contenido en un planeta en el que nada se define y donde las posibilidades se yuxtaponen hasta perder todo el sentido, la identidad.
Me gustaba verte correr andando, correr comiendo y correr apurando las últimas gotas del vino que nunca querías beber. "Al tercero me muero, eh".
Te empecé a querer el día en que me contaste que algo te dolía,
saliste, de repente, de tu molde de hierro
y te permitiste a ti mismo la vulnerabilidad de ser.
Te humanicé en segundos y materialicé en todas mis carpetas mentales
la imagen de ti
cálida,
viva,
humana,
frágil
y triste.
De un día para otro, empezaste a ser algo más que una sonrisa de medio lado y unos ojos entornados, había un motivo para el dolor, para el veneno y para la ira. Todo tenía sentido.
Estabas cortado por mi patrón,
que unos días era martirio
y otros maldición.
Y fue justo aquí, cuando morderme dejó de satisfacer
ese hambre voraz que nunca supiste contener;
cuando los hematomas dejaron de ser
camino inconfundible de lo que solo tú ves,
No sé qué buscas,
tú tampoco.
Lo que sí sé es que cada vez que estás a punto de conseguirlo,
decides volver a empezar,
dar la vuelta y caminar
corriendo
como siempre
sin mirar atrás.
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