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Agua.

No me pasaba desde hace mucho, pero con el último cigarrillo, he visto las cosas con claridad.

Primero, somos al hábito lo que el hábito a nosotros. Me sigue sorprendiendo mi entorno y que se me rice el pelo solo en primavera, pero todo parece ser mutuo y con una relación de causa y efecto. Tú y yo a parte, la segunda ficha siempre se cae cuando empujas a la primera y, bueno, sin irme más por las ramas, no vas a ser lo que podrías ser por mucho que debieras hacerlo. Y yo no puedo hacer nada por que cambies tus zapatos por los míos. Es inútil. Como el nombre que nos he puesto. Como ver vida más allá de Ío.

Segundo, tengo todo lo que hace falta para funcionar, pero no funciono. No del todo.
Es como si alguien hubiera triturado todo lo que tengo por debajo de la piel y me hubiese echado del nido, de forma cruel, antes de que la oportunidad de aprender a volar me hubiese sido dada. Y lo que iba a ser alondra, se quedó en gusano. 
No hay lugar para el azul entre tanta tierra.

Tercero, nada justifica que no me quede vino en la nevera y nada le da sentido al pánico que me devuelve el espejo ante la idea de salir. Todo es una conducta adquirida.
Incluso tú, bebé.

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