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Acacia.

Parte de mí se quedará siempre contigo,
rindiendo pleitesía a tu esternón.
No sigue ya mis órdenes,
y de tanto invocarla he perdido la voz.
Como un brazo amputado,
dando coletazos incluso cuado la sangre no fluye por él,
así eres y así soy.
Sedientos y ojerosos,
en busca de lo que solo trae desgracias,
de las vides y de las sentencias.

Y mientras me digo lo mismo cada mañana, tú me preguntas que qué será de mí si ni el fuego para esta hemorragia.

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