Ha dejado de tener sentido.
Ya no hay motivos para despertar; no me importa qué hora es, ni en qué día vivo.
Ni siquiera me he parado a pensar en lo poco que falta para la avalancha de cambios.
Tan solo disfruto de la calma antes de la tormenta.
Y duermo, duermo mucho; entendedme, no quiero pensar.
Mi almohada está empapada a tiempo completo porque me despierto más vacía de lo que me acuesto; Morfeo ignora mis plegarias.
Ya no creo en nada en lo que solía creer.
Perdí mi norte mientras las nubes nacían.
Y perdí mi sur cuando el cielo empezó a llorar.
Ahora espero a los rayos; con un poco de suerte, quizá, y solo quizá, me ayuden a perder mi propia mente.
Nadie navega por la calma del otro, del movimiento nacen las tormentas, estremecimiento irresistible de la misma tierra que domina tus pasos. Ego sum bellum! Nadie sabe a lo que se enfrenta, y sin más, emprenden cálidas idas que terminan en gélidas venidas. Ego sum bellum! Nadie puede verte subir si su propio ascenso es la neblina misma que cubre sus ojos. Ego sum bellum! Nadie desafía a la misma muerte que robará de tus labios tibio suspiro, término de una vida fatal. Ego sum bellum! Porque mis células, ya no están en tus células. Y tus dedos nunca han tocado mi sed.
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